21 enero 2009

COBERTURA EXLUSIVA


LA VERDAD SOBRE LA TERRIBLE ROSCA
QUE SE ARMÓ EN EL BAILE PRESIDENCIAL DE OBAMA
Miles de periodistas. Cobertura digital. Tecnología de vanguardia. Miles de millones invertidos en comunicaciones. Todo para cubrir la asunción de Barack Obama como Presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, nadie te contó la verdad. Ni la BBC, ni la CNN, ni la BCG ni Batman ni nadie te dijeron lo que realmente pasó allá. La información, como todos saben, es controlada y tergirversada por los poderosos de turno que no se cansan de repartir dinero a diestra y siniestra para acallar la verdad. Sin embargo, a mí nadie me dio un centavo, así que a joderse catalina, voy a contar todo lo que sé.
No voy a perder tiempo contándoles lo que ya vieron. La asunción y todo eso de “ la gran esperanza negra” que va a salvar las papas. ¡Las pelotas va a salvar! Sigan comprando pescado podrido, investiguen un poco y vean como Obama laburó para las mismas corporaciones que laburó Bush, que son las mismas que cagan a medio planeta, vendiendo palometa podrida como si fuera caviar Beluga. Así que, disculpen mi escepticismo, pero yo no me como los mocos, salvo por diversión. Pero dejemos la política a un lado y vamos a lo que quería contarles sobre el supercheto Baile Presidencial, al que asistí, invitado por la Agente Dana Scully, vieja amiga a la que en alguna oportunidad le mostré las bondades del salamín casero.

La cosa es que entré y me fui contra la barra, a observar, tratando de pasar desapercibido y no armar bardo, ya que en esa fiesta, tenía muchos enemigos, amén de mis viejos problemas con ciudadanos estadounidenses famosos que ya he relatado en otra oportunidad, como la vez que lo cagué a trompadas a Mel gibson o cuando con un Taunus lo atropellé a Al Pacino.
En eso llamé al barman y le pedí un trago “como el de James Bond”. El barman me mira y haciéndose el banana me pregunta “¿Are you a secret agent?”, a lo que respondí en perfecto inglés “Do not make the gun, or i'm going to stick an olive on the eye” (“no te hagás el pistola, o te voy a clavar una aceituna en el ojo”). Fuera de eso, me quedé piola y no batí batinada. Sin embargo, los problemas me buscan, aunque esta vez no tenía nada que ver, ya que en un momento, justo después del baile entre Obama y su esposa Michelle, me quise ir al balcón a tomar la fresca, cuando sin querer pisé un canapé de cornalito y pegué una patinada, con tanta mala suerte que para no caer, me manotié del bretel del vestido de la mujer de Obama, y se lo arranqué. Y la dejé en tetas. Si, así como lo oyen, sin comerla ni beberla, ya estaba en el medio del quilombo otra vez. Se hizo un silencio sepulcral y todos mi miraron a mí. Después lo miraron a Obama, éste al Jefe del Ejército de USA, y después a mí de nuevo. Yo la miré a la mujer y como para ponerle onda, le dije “Señora, su negro pezón es una maravilla mamaria que alimentaría a todo Minneápolis”. Sin embargo, mi comentario a nadie hizo gracia y en eso se me vino encima un loquito del servicio secreto con una picana y me quiso meter 220V en el cuello. Yo soy pacifista, pero al verme amenazado reaccioné y me hinché de un huevo, así que lo esquivé con un hábil movimiento elíptico, al tiempo que saqué una tabla de machimbre de 70cm que siempre llevo para defensa personal, y se la rajé de canto en el occipital. Y ahí se armó la goma. Primero, el premier japonés, Taro Aso, que estaba medio craquelé por los martinis y re enculado por todo lo de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, se acercó a mi y me dijo “Ahola, vamo a ponelno espalda con espalda y lo lecagamo a tlompada a todo”. En eso viene Nelson Mandela, y tratando de calmar la goma dice “muchachos, este es un mensaje de esperanza para el mundo, este es un comportamiento inapropiado para caballeros, debemos de...”, pero no pudo terminar la frase, porque Gordon Brown, primer ministro británico, agarró una botella de Jack Daniels y le dio de lleno en el hueco poplíteo (justo atrás de la rodilla). Cayó Mandela y ya todo se descontroló. El ponja y yo, espalda con espalda, nos cubríamos mutuamente, mientras volaban sillas y algunos políticos de segunda línea aprovechaban para tocarles el culo a las minitas de la fiesta. A todo esto, Gordon Brown, repartía botellazos a diestra y siniestra, hasta que me quedó a mano, lo agarré de los pelos y le dije “¿Te acordás de Malvinas, de las invasiones de 1806 y 1807, y de cuando lo echaron a Ratin en el Mundial del 66? Yo sí me acuerdo”, y ahí nomás le metí un rodillazo en las pelotas. Viendo esto, Nicolás Sarkozi, que me parece que es medio novio de Brown, empezó a chillar como una señora y gritaba “chicos chicos, paren, no se peguen más”. En eso veo volar una alpargata ninja que le dio entre los ojos. Era la alpargata del ponja. Levanto la cabeza, y el bardo era general. Obama discutía con la mujer, porque aparentemente, según me contaron después, la mina se re excitó por estar en tetas en la fiesta y no se que le batió a Evo Morales, una onda como que quería tener un hijo con él o algo así. Miro para otro lado, y la veo a Cristina Fernández de Kirchner y a Michelle Bachelet, de las clinas y medio desnudas, mientras haciendo círculo a su alrededor, Vladimir Putin, Hugo Chávez y Silvio Berlusconi gritaban “¡putas! ¡putas! ¡putas!”, mientras chupaban vodka.
A esa altura era todo un quilombo. “El Míguel tiene que escapar de esta, o termina en Guantánamo”, me dije, junando a dos o tres pibes del servicio secreto que me estaban tratando de localizar en medio del despelote. Aparte, el ponja se estaba quedando sin aire y me descuidaba la retaguardia. Ahí recordé el sabio consejo que me dio mi padre antes de morir: “Si alguna vez te ves envuelto en una pelea con los presidentes de todo el mundo, y no podés zafar, poné la cabeza para adelante y pasá atropellando. Seguro que alguien liga un cabezazo en las costillas”. Así que incliné a 90 grados el tronco y salí corriendo para adelante. Al primero que atropellé fue al Rey Juan Carlos I de España. Cuando lo vi le dije “Disculpe Su Majestad, yo contra vuestra merced nada tengo, pero interpuesto usted en mi camino estaba, y ahora de escudo usted me servirá”. Así que lo acomodé adelante mío a la manera de un tumbaburro y me fui corriendo para todos lados, hasta desmayarlos a todos. Después me tiré por la ventana y me fui volando en ala delta hasta la casa de Carmen Electra, que me prestó plata para volver a la Argentina”.

16 enero 2009

UNA HISTORIA DE MI INFANCIA

La vez que, en 1987, conocí a Britney Spears y a la prima Alli Sims
La de la foto de allá es Alli Sims, la prima de Britney Spears, quien parece que ahora le ha dado por el temita de la música y se convirtió en cantante de Jazz. Yo la conocí allá por el ´87, cuando en el Jardín de la Escuela Nº 315 al que yo concurría, hicimos un intercambio con un colegio cuatrilingue de Baltimore (USA). Obviamente, yo no sabía cuatro idiomas (por esa época, culpa de “las malas juntas” sólo había aprendido, Ruso e Inglés (por las dudas, con todo eso de la guerra fría había que estar preparado), pero me seleccionaron igual cuando le hice un favor a la señorita Laura, que de señorita tenía sólo el guardapolvo. Se entiende, yo por esa época tenía nada más que seis añitos, pero ya me ganaba mi platita haciéndole unos cuantos “favorcitos” a las veteranas, y no estoy hablando de ir a hacer los mandados, sino de cocinarle la pastafrola.
La cosa es que esos favorcitos me abrieron la puerta del intercambio y así terminé en Baltimore, en el “Hiper High School for Children with Much Money and Many Mental Problems”. La recepción no fue la esperada. Lamentablemente, me había precedido mi condición de jovencito sudamericano, perteneciente al país de los gauchos, lo que despertó la curiosidad de mis compañeritos que apenas me vieron se me tiraron encima curiosos de conocer como era la vida en la inmensidad de la llanura pampeana. Pero yo había previsto esa situación, así que me llevé unas boleadoras originales para ilustrarlos. Así fue como aprendieron que no tenían que molestar, porque a los dos primeros que vinieron a preguntar, les arremangué con las boleadoras de lleno en la cara, y debieron trasladarlos al Memorial Baltimore Hospital.
Después de ese incidente, todo se calmó, así que me acerqué a un grupo de pibes y en claro inglés acriollado les pregunté “¿Donde hay alguna pendeja copada para comerle la empanada?”. Así fue como me señalaron a dos rubias remil buenas, con trencitas y todo, que tomaban agua agachaditas en el bebedero. Eran Britney Spears y Alli Sims, las primitas más difíciles de todo Baltimore. Conciente de que tendría que desplegar toda mi habilidad en el difícil arte de la seducción, decidí anteponer la contundencia pampeana a la galantería yanqui.
Así que sin más, me paré detrás de ambas dos, y bajándome los calzones para dejar al descubierto mi orgullo, les grite “¡Hey perras yanquis! El presidente Alfonsín me dijo que tengo que repoblar el norte de Santa Fe y me mandó a buscar trolas de afuera para mejorar la raza. Esta es mi herramienta, ¿quieren construir el futuro de la provincia junto a mí?”!
Pero mi escena no había surtido el efecto esperado, porque todo derivó en una confusa situación de la que sólo recuerdo golpes, gritos, botellas de cerveza que volaban y policías que en inglés gritaban “¡Cursed children! ¡Kill him!”. Después sentí un golpe en la cabeza y cuando me desperté ya estaba en Ezeiza. Fue el intercambio más corto de la historia, duró apenas cinco horas. Pero a mí me sirvió para comprender las diferencias sociológicas entre ambas culturas, que luego me llevó a escribir un ensayo que se tituló “Veinte razones para no mostrarle el pito a dos minitas de otro país”.
Ah, volviendo con el temita de las chicas, yo en el momento noté que mientras la pequeña Alli volteaba la cara horrorizada al verme desnudo, la pequeña Britney sacaba la lengua y me decía “¡Baby, one more time!”. Así fue que nació esa relación que ya he contado en otra oportunidad con la princesita del pop, y que terminó todo mal cuando Kevin Federline nos agarró cocinando peceto a la provenzal en la cocina, no se si me entienden. Pero ahora, que ya me hice famoso y que a Britney le patina el embrague como nunca, parece que la joven Alli sabe lo que le conviene y me anduvo llamando. Todavía no hay nada serio, pero apenas pueda, me hago un viajecito a Baltimore y le meto el pollo en el horno.

13 enero 2009

Versión abreviada de lo que pasó en Año Nuevo con los pichones, porque estoy cansado y tengo un montón de trabajo.

En primer lugar, el respeto por los lectores, que aunque sean dos o tres, no es que valen “menos que un tarro de mierda” como dice mi madre, sino que son personas, personas frustradas, fracasadas y sin un proyecto de vida, pero personas al fin.
Por eso, pido disculpas por mi prolongada ausencia, motivada por una serie de sucesos dignos de un cuadro de Wilheim Strawndoorf o de un film de H. P. Landwick (que ni siquiera existen, pero fijate como parece que sé un montón de arte solamente porque pongo nombres raros). Y como recién llego y estoy algo cansado todavía, voy a hacer un “cortito” con la versión abreviada de lo que pasó con los pichones.

La furiosa nochevieja: “El ataque de los pandas infiltrados”
Como ya saben, yo había realizado un pedido a Greenpeace para intercambiar una lancha de dos motores por dos pichones de palomas que había encontrado mi mamá. El trato era simple, una lancha de dos motores a cambio de los pichones. Sin embargo, las cosas no salieron como debían, ya que, nunca supe que estaba tratando con un maldito. Y lo digo sin tapujos, porque primero me llamó por teléfono y me dijo que me iba a dejar la lancha con el trailer, a medianoche, afuera de casa, tiempo en el que yo debía de soltar los pichones, disimulando todo el intercambio con los ruidos de los petardos y el humo de los cuetes.
Sin embargo, yo no confiaba en su timbre de voz, algo en mi interior me decía que todo estaba mal, así que colgué la bocina y salí corriendo a los jardines de mi maisonette, solo para ver, con los ojos desorbitados y una creciente furia en mi pecho, como dos osos pandas se habían infiltrado en mi propio hogar, y liberaban a los pichones en un imprevisto operativo comando.
Yo siempre digo que la violencia no soluciona nada, pero ayuda a que uno se calme, así que tomé mi dieciséis dispuesto a hacerme un chaleco blanco y negro. Apunto, y justo se vienen como quince minitas floggers, todas en pelotas, activistas contra el uso de pieles, quienes con una serpenteante danza corporal, me hiptnotizaron y me violaron en repetidas ocasiones. Ahora, aparte de sentirme violado, siento que no puedo confiar en nadie, porque si Juan Carlos Greenpeace te caga, imaginate lo que hacen, no sé, Esqueletor o Munra.

02 enero 2009

Telegrama a los lectores de Con V de Mondiola

Viajo urgente Buenos Aires -STOP- Llevo Mujer-Foca Ezeiza -STOP- La meto en jaula en avión a Barcelona -STOP- Cuando vuelvo, cuento que pasó con pichones -STOP- Adelanto: Juan Carlos Greenpeace hizo operativo comando en Año Nuevo y los chorió -STOP- No me dio lancha con dos motores -STOP-END.