20 junio 2009

Historia bastante creíble de lo que hice en las últimas semanas

Estas semanas estuve fuera. Todo comenzó mientras iba en el colectivo de una punta a la otra de la ciudad buscando laburo, que es horrible, una tortura, porque no consigo nada por ningún lado, porque los españoles no me quieren dar trabajo porque soy un inmigrante muy apuesto e inteligente y tienen miedo de que me nombren jefe o presidente y que los raje a todos y ponga todos empleados inmigrantes.
Pero bueno, resulta que estaba en el bondi, frustrado por tantas respuestas negativas, que de la rabia me dieron ganas de tirarme un pedo. Yo soy así, somatizo mucho. Obviamente, las normas de la cortesía indicaban que no dejara escapar ese gas en medio de tanta gente, pero la voz de mi conciencia me dijo “¿que te calienta, si total no te conoce nadie?”. Y bueno, me tiré el pedo, pero con tanta mala suerte que salió sopleteando con inusitada y sonora violencia, atrayendo sobre mí la mirada acusadora del resto de los pasajeros. Sin embargo, no me desanimé, y busqué velozmente un chivo expiatorio y justo veo al lado mío había una viejecita de pelo blanco y bastón, un ser indefenso, seguramente sordo, que recibiría el balazo por mí con amor de abuela. La miré fijamente y con voz de reprimenda le dije “¡que pasa abuela, ¿nos cayó mal la compota?” Sin embargo, la vieja se ve que tenía puesto los audífonos, porque me miró con una cara de culo terrible y después, sin mediar palabra, me arrimó un bastonazo en las rodillas.
Vi sangre. Entre tres me tuvieron que agarrar. Encima la vieja me hacía frente. Me empujaron por la puerta y me dejaron tirado en la vereda. Una vergüenza. Por un momento pensé en hacer una denuncia por discriminación, pero me dije “no valen la pena” y me di cuenta que tenía que sufrir todas esas penurias simplemente por ser un inmigrante desocupado. Porque si fuera presidente de la coca cola nadie me tira del colectivo y me tiro un pedo en la cara del Rey y nadie me dice nada.
Enfadado, me volví a mi hogar pateando cascotitos. Yo siempre que estoy enojado ando pateando cascotitos. Así que llegué, y decidí irme a la terraza a tomar un poco de aire. Subo pateando cascotitos y cuando llego, resulta que estaba tirada tomando sol mi vecina, que es una rubia de Suecia o por ahí, pero no de las lindas, sino de esas grandotas y coloradas, como si fuera la prima fea de He Man. Y va que justo pateo un cascotito y “toc”, se la doy en la frente a la gringa. Madre mía. Se levantó de un salto y me gritó: “Overchausen nunjelülin catahanuk el Hansël”, y se fue corriendo escaleras abajo. Yo no le entendí una mierda lo que dijo, pero si entendí la última palabra: “Hansël”. Ese es el novio, y es como tres yo. O sea que lo había ido a llamar al Hansël y que me quedaban pocos minutos de vida. A la mierda, me dije. Necesitaba un palo o algo, pero en la terraza no había nada, solamente una pelota. En eso vino el Hansël listo para quebrarme las piernas, cuando agarré el balón y le dije “pará campeón, yo se que vos querés pelear, y yo también tengo ganas de pegarte unos sopapos, pero en mi país, este tipo de conflicto se definen a penales, así fue como perdimos las Malvinas con los ingleses, en aquel encuentro entre el Comandante Fisherton y el Almirante Álvarez, que tiró el quinto penal en el travesañoi. Y yo no voy a cambiar la tradición bélica de mi patria por vos. Así que pórtate como un hombre y si sos guapo de verdad sacate la remera y armate un arquito ahí. Vos empezá pateando”. Creánlo o no, el Hansël accedió, porque a decir verdad, no tiene las avenidas sinápticas demasiado iluminadas. Obviamente, no iba a tentar a la suerte. Le dejé ganar y se fue hecho un campeón a celebrar con Bucéfalo, que es como yo le digo a la novia.

Viendo que el día venía complicado, me fui a la bañera, a relajarme un poco con un baño de sales minerales. Y estaba en la bañera en pleno relax, cuando de repente siento un fuerte olor a hidrocarburo líquido, muy posiblemente nafta o similar. “Caramba, me dije, van a poner una estación de servicio en la zona”.. Intrigado, salí de la bañera y me acerqué a la ventana para ver de dónde venía el olor. Y ahí la sorpresa. En la ventana contigua, la Josefa, vi vecina del piso de abajo que siempre me rompe las pelotas con los ruidos, estaba sentada en un andamio, con un soplete en una mano y un balde de gasoil en la otra, lista para liquidarme.
Afortunadamente, no me dicen “el tigre de Kellogs” sólo por mi apariencia, sino también por mi habilidad. Con dos rápidos movimientos, alcancé a librarme de las llamas que se materializaban a mi alrededor, tomé unos cuantos miles de florines como para tirar unos días y me convencí a mí mismo de que era un buen momento para conocer un poco más de Europa, así que me fui a Holanda.
Un par de horas más tarde ya estaba disfrutando de uno de los atractivos culturales más impresionantes que tiene Holanda: la zona roja de Amsterdan, donde soy dueño de un club desnudista, 50 y 50 con el flaco Van Der Sar, con quien quisimos hacer un club con estilo, para que no fuera un lugar donde sólo se ofrezcan descontroladas fiestas sexuales. Así que colgamos unos cuadros de Rembrandt, Vermeer y Van Gogh, pusimos juegos de ajedrez, dominó y backgamon en las mesas y todas las noches, se realizan dos conferencias en las cuales jóvenes doctoras en Hidrología, Geología y Economía Local, completamente desnudas, y bailando una hipnótica danza neerlandesa, explican el procedimiento por el cual se ganó tierra al mar en la zona de los países bajos y como se ha aumentado el PBI del país en la última década.
Tanta importancia a cosas como estas, nos llevaron a convertirnos en el mejor club de todo Amsterdan, recibiendo visitantes de todo el mundo. Justamente la primer noche que anduve por allí, llegó un contingente de militares chinos al local. Todo marchaba bien, hasta que uno se comenzó a propasar con una de mis trabajadoras. No soy un hombre violento, así que me acerqué hasta él y tratando de ser razonable le dije “Mirá chino butifarra, dejala tranquila a la pebeta que está laburando o te rajo una tabla en la cabeza”. No le di tiempo a responder y ahí nomás le hice una llave de judo. Pero los muy bribones aprovecharon la superioridad numérica y consiguieron reducirme y desmayarme con cloroformo. Y acá empieza lo que quería contarles, porque horas después me despierto atado a una silla, frente a un General del Ejército chino, con quien se produce el siguiente diálogo:

General: usted debe ahola cumplir una misión pala el ejelcito de la nación o molil.
Yo: mi rrrrrespuesta es que porrrrrr ahorrrrrrra no sé que rrrrrrresponderle.
General: ¡No se bule de mí! ¡Nosotlos no podemos plonuncial las eles polque tenemos coltita la lengua!
Yo: ¿Corrrrrtita la lengua? A mí me dijerrrrrron que ustedes tenían corrrrrrrrtita otrrrrra cosa. Bueno, y si digo que no ¿qué pasa?
General: Lo matamos como a un pelo.
Yo: ¿me van a matar con champú vencido?
General: No se haga el glacioso. ¿Acepta la misión o no?
Yo: ¿y cual es la misión? A ver si la señorita Chun Lí me lo dice de una vez.
General: usted debe atlapal al plincipe Hally que está en Ilak y tlaelnosló.
Yo: ajajajajaja, no sé le entiende nada General.
General: ¡No se bule! ¡mallllldito!
Yo: a ja ja a aja. Bueno bueno, acepto. Yo lo busco.

Al otro día ya estaba entrenando con los mejores del Ejército Chino, quienes me enseñaron todas las artes marciales conocidas: Samurai, Sipalki, Kung Fu, Taekwon Do, Karate Do, Jiu Jitsu, Kayak, Street Fighter, Mortal Kombat, Killer Instinct, Break Dance, Hip Hop y el Tango de la Muerte. Además me enseñaron todo sobre el manejo de armas y explosivos varios. Dos semanas de entrenamiento y ya estaba hecho una verdadera máquina asesina.
Así partí hacia Irak. En el vuelo hacia medio oriente, mi cerebro funcionaba a toda velocidad desarrollando un plan para poder infiltrarme en la Royal Force y capturar al joven príncipe. No sería tarea fácil sin dudas, pero algo se me ocurriría. Sin embargo, el destino tenía una sorpresa preparada para mí. Resulta que cuando estoy aterrizando en Irak, justo suben al avión los comandos de Inglaterra para revisar la carga. ¿Y a que no saben quien estaba con ellos? Pues sí, el principe Harry. Decidido a no dejar pasar la oportunidad, me acerqué a él y se produjo el siguiente diálogo:
Yo: Principe Harry, yo soy el nuevo agente 007, James Bond fue despedido porque resultó ser gay. Tengo noticias para usted.
Harry: dígales pues plebeyo.
Yo: antes debe responder a la contraseña. ¿sabe que le dijo un huevo al otro?

Y ya se estaba agachando el príncipe para escuchar que le decía un huevo al otro cuando con un rápido movimiento, le presenté a mi amigo José Uppercut y lo desmayé. No voy a aburrirlos con los matutes que tuve que hacer para poder zafar de los comandos de la Royal Force y como pude abandonar Irak después de haber secuestrado al Príncipe Harry. Lo único que voy a contarles es que me volví a China para entregarlo, y después me vine rápido a Barcelona, porque tenía que ir al super y limpiar la casa, que la tenía hecha un quilombo.

01 junio 2009

PUBLICIDAD PERTURBADORA

A lo largo de mi vida he visto cosas de todo tipo: vi un extraterrestre masturbándose en una cuneta de mi barrio en el 88; también vi un perro comiéndose una bufanda de la selección después de la final de Italia ´90 contra Alemania; y hoy vi en la playa a un viejo como de 75 años, caminando totalmente en pelotas, con el pito colgándole casi hasta las rodillas. Es por eso, que mi capacidad de asombro se redujo al mínimo con los años. Sin embargo, hace minutos, una propaganda de galletitas que vi en la televisión española llamó poderosamente mi atención por su perturbador mensaje. Les relato la propaganda, de manera textual, para que puedan apreciarla por ustedes mismos.

El padre está junto al niño en la mesa del comedor, acompañándolo mientras el crío toma la merienda. Allí se produce el siguiente diálogo:

Hijo: (abriendo un paquete): ¡Cómo me gustan estas galletitas!
Padre: ¿Te gusta comerte la galletita?
Hijo: Si papá, me encanta, mmmmm…. (se relame)
Padre: (acariciándole la cabeza): A ver, mostrame como te la comés…
Hijo: Primero la abro…
Padre: (tomándolo de la nuca) …le chupas la cremita…
Hijo: ... la remojo en la leche…
Padre: (con mirada criminal)… y después te la comés entera.

Posta que la propaganda es así. Después de esto, lo único que falta es que Michael Jackson y el Papa Ratzinger se pongan un pelotero.