23 mayo 2009

PERIODISMO DE ALTO IMPACTO

Se fue el miércoles

Joven quería recorrer el mundo en un sillón-balsa. Está desaparecido.
El caso conmueve al barrio y mantiene en vilo a María Joaquina Peralta, mejor conocida por sus vecinos por “Doña Mari”, la atribulada madre pasa sus horas buscando desesperadamente a su único hijo, Esteban Logorio, apodado “el corto”, quien desde el pasado miércoles falta de su hogar.
Esteban, de 32 años, se fue de su casa por voluntad propia el pasado miércoles, con la intención de recorrer el mundo, según indicó en una nota que dejó a su madre. Sin embargo, el caso es más complejo de lo que parece, ya que el joven tiene algunos problemas de orden psicológico debido al abuso de narcóticos y que según las crudas palabras de su madre: “me lo dejaron medio pelotudo”.
A continuación y con el permiso expreso de su madre, publicamos la misiva en la que Esteban consigna sus intenciones:


“Querida madre chabón que onda:
Seeeeeee loco, si che, yo me voy loco, acá ta todo mal chabón, yo quiero ser libre man, como ese Nino Dolce que vos escuchá siempre, el que cantaba que quiero ser libre como el mar chabón, que cuando el sol amanece es libre el loco, re piola, se puso las pila. Ademá vos siempre me decí que tengo que hacer algo de mi vida, que en la placita no puedo estar todo el día fiera, y re tené razón chabón, así que me decidí loco, me las tomo a buscar el destino, como el de la película esa que roban auto y después lo matan al negro, que le debía como tres millones a la mafia rusa, seeeeeeeeeee chabón, los ruso son todo comunista. ¡Como lo redó locoooooooooo! Así que bueno mami, me voy. Pero no me voy en cole. Voy a salir por el río. Ya me armé una balsa man, con los tergopoles que estaban en la caja del minicomponente de la Vale, si chabón, quedaron re joya. Lo pegué todos con poxirán al sillón de la nona, decile que cuando venga le compro uno nuevo. También me llevé tu frazada porque en el mar a vece hace frío y te tiemblan lo diente loco. Yo vi Tiburón y el chaboncito cuando estaba en el agua se cagó de frío. No te preocupé por el morfi, que me llevo unos panchitos en un taper y lo que quedó de la pastafrola. Después pesco vieja, no te hagá ni un drama, porque en agua está lleno de bicho que se comen todo y ademá, en la orilla del océano siempre hay cosa. Ya sé que todo esto te toma de sorpresa viejita, pero es recopado chabón, mirá, en el sol, tomando birra con las pata en el agua, sentado en mi sillón, si fiera, todo bien mami, soy un aventurero, vivo en la mía loco, no hay drama ,como dijo Jesús loco, en mi balsa yo me iré a naufragar.”

El carácter errático y arbitrario de la carta confirma las palabras de su madre acerca de la poca lucidez de su primogénito. Atenta a esto y sumamente preocupada por lo que pudiera sucederle a su hijo, la consternada madre recurrió a las autoridades policiales solicitando su colaboración para dar con su paradero. Sin embargo, recibió una respuesta negativa de parte del Comisario Cascarelli, quien indicó que la fuerza policial estaba imposibilitada de actuar “ya que el masculino tomó la decisión por propia voluntad, es mayor de edad, y no existe impedimento judicial para que ejerza la potestad sobre sus acciones. Además, en estos casos lo mejor es aguardar, seguramente con el correr de las horas tendremos información. Además, en la carta indica que iniciará su travesía por el cauce del río, lo cual es imposible ya que en esta zona no existen cauces fluviales naturales. Lo más parecido a un río es el sanjón de la curtiembre que desemboca en la planta de efluentes. Afortunadamente el joven tuvo el buen tino de fotografiarse antes de partir, lo cual agilizará la ubicación de su paradero o bien facilitará la identificación del cadáver si aparece flotando en alguna cuneta”.


Ante la negativa de las autoridades de intervenir en el caso, la madre de “el corto” entró en un ataque de histeria que la empujaría a rayar con un alambre el capó del vehículo del comisario escribiendo “Cascarelli pajero”; seguido de un ataque de ira que la llevaría a destrozar con una pala de punta la verdulería de la vuelta de su casa, propiedad de la ex mujer del comisario Cascarelli.
Apersonado en la verdulería, este equipo periodístico pudo recabar más información relevante para el caso, ya que Jorgito, el encargado del comercio, manifestó ser amigo personal de Esteban y declaró haberlo ayudado en la construcción del navío: “Yo le quise poné uno alerone pa darle má termodinámica, pero el loco dijo que no, que se iban a calentá lo tergopole, que no daba, porque tenía que recorré un monton de milla. Yo creo que le va a ir bien al loco, poque e buen pibe y no toma ma nafta de lo auto. Pa mi que va a da la vuelta al mundo y vo que sabé, capá que descubre un país nuevo y todo y se queda a vivir y le dicen: vo chabón, por decubrinos, ahora so el presidente”.

Más allá del sano optimismo de Jorgito, lo cierto es que por el momento, Esteban “Corto” Logorio sigue desaparecido. Comprometidos con nuestra labor social, publicamos a continuación la última fotografía conocida de Esteban, apelando a la solidaridad de nuestros lectores para colaborar con la localización de este joven soñador.

22 mayo 2009

Se murió mi nona, y este es un relato que escribí en el 2007 y que lo vuelvo a publicar en homenaje a la vieja

Esta semana estuve compartiendo unos gratos momentos con mi nona. Si, tal como lo oyen, tal como la joven Caperucita, fui a visitar a mi abuelita. Octogenaria ella, merecía la visita del nieto prodigio de la familia (soy el único de la rama genealógica que comprendió el concepto y la aplicación práctica de “leer y escribir”), aunque ustedes se preguntarán por qué fui a visitarla, sabiendo que hace años me declaré hijo de la Madre Naturaleza y nieto legítimo del Creador (con derechos legales sobre todas sus pertenencias en la tierra).
Bien, la verdad es que andaba necesitando un arma de fuego, preferentemente automática. Así es. Saben bien que no soy partidario de la utilización de las armas de fuego (salvo que sea extremadamente necesario tener una cerca, como por ejemplo si un psicópata se te arrima con un pucho en la mano y de repente te pide fuego, acaso ¿no es sospechoso todo ese asunto? Hay que estar preparado, está lleno de locos por todos lados), pero una situación enfermiza, al límite, me obligó a tan tremenda determinación. Les cuento: resulta que yo tengo un loro. No es papagayo ni nada raro. Es más bien un loro de campo, común y feo como la muerte. El tema es que este loro, pertenece a la familia desde hace tiempo. En realidad, le pertenece a mi madre (¡mi santa madre!) quien alguna vez declaró abiertamente sus deseos de que él fuera su hijo “y no vos, pedazo de basura, que me arruinaste la vida desde tu concepción”, según sus propias palabras. La cosa es que la Justicia, sabiamente, no la dejó adoptar al loro y ponerle mi nombre e investirlo con mis derechos de hijo, como el derecho a la herencia.
Bien, no quiero perderme en arbitrariedades literarias. La cosa es que este loro, desde esa oportunidad, se convirtió en mi acérrimo enemigo. No sólo por ese detalle escandaloso en la historia familiar, sino por su maldita costumbre de despertarme con sus graznidos a la hora de la siesta, maldita costumbre que tiene porque sabe que me molesta. Es claro, como todo hombre que trabaja gracias a su creatividad, yo soy un tipo de frágil reposo. Necesito tranquilidad para estar siempre alerta. Doce o catorce horitas al día. Es por eso que necesito descansar convenientemente, por si me llaman y me dicen “Miguel, tenés que salvar el mundo” o “Miguel, tenés que salvar la galaxia” o “Miguel, tenés que enseñarles a hacer el amor al Seleccionado de la Confederación de Patinadoras de Europa del Este”. Me entienden. Tengo que estar listo, como una sopa Knorr Quick. La cosa es que con este loro, jodiendo a la hora de la siesta, yo no descanzo y me pongo malo.
Así que, atento a que este plumífero no respetaba el sagrado ritual de la siesta, decidí asesinarlo. Pero luego, descarté completamente esa idea, pues al enterarse, mi madre me mataría a mí sin misericordia como lo hizo con mi hermano gemelo, el Martincito (pensando que era yo), cuando le reventé la tortuga, sin querer, con la cortadora de yuyos.
Fue así como, descartado el asesinato y la muerte por causas naturales, pensé en contratar a alguien para que hiciera el trabajo. Traje un gato, malísimo, parecido a un puma, con los ojos color sangre. Para cebarlo, le inyectaba todos los días una buena dosis de lavandina y lo mantenía sin comer, encerrado en una caja de galletitas Terrabussi. Pero hubo un error de cálculo: cuando lo largué, el pobre estaba tan débil que no pudo escapar del ojo atento del mariscal Pampa, mi feroz canino, mi mano derecha, a quien olvidé encerrar antes de largar al gato, que dicho sea de paso, en paz descanse.
Fue así que viendo que mis intentos se estrellaban contra el muro del fracaso, decidí, aún a riesgo de mi propia vida, acabar con el Pepo (tal el nombre del maldito loro). Sin embargo, el destino me tenía guardada una mala jugada. El perverso Pepo, intuyendo su siniestro destino, se subió a la punta del árbol y, con ímpetu desconocido, comenzó a graznar desde allí. Y como yo al árbol no me subo, porque tengo vértigo, pensé “Necesito un arma, ya”. Pero ¿de dónde saco un arma, sin numeración, no registrada, importada, de precisión, e imposible de rastrear por mi madre? La respuesta llegó en un santiamén: en la casa de la Nona, quien se jubiló traficando armas al Congo Belga.
Así que me fui para allá, a la vieja casona donde pasé las tardes de mi infancia. ¡Qué decirles, me invadió la nostalgia! Vino a mi mente la alacena con la paila de dulces y los aromas frescos de la ternura de verano. Ah, no, esa no es mi infancia. A mí me encerraban en un garage asfixiante para que no moleste, en pleno verano, sin ventilador, y con un ejército de 400 soldaditos de plástico que, prácticamente, se derretían. Y después se preguntan por qué tengo tantos problemas mentales.
Bueh, la cosa es que cuando la encontré y le hice el saludo militar de rigor, la abuela inmediatamente buscó 10 pesos en el monedero, me los entregó, y me dijo “Feliz cumpleaños nene”, mientras me miraba con ojos conmovidos. Aquel gesto desarmó mi armadura (literalmente, la llevé por las dudas, no fuera que a la vieja le diera por probar algunos fusiles conmigo). Ahí recordé que ella, en su devoción de madre de mi padre, me regalaba en cada onomástico de mi niñez, junto con todo su cariño, su amor, su ternura, esos diez pesitos que atesoraba con tanto amor. Pobre de ella, que en su ingenua y feliz vejez, piensa que esos diez pesos con la cara de Belgrano, son una cuantiosa suma que debería de hacer feliz al tierno retoño del árbol genealógico de la familia, que vendría a ser yo. Lamentablemente, la Nona vive en un mundo de fantasía. La pobre tiene Alzheimer y se quedó viviendo en 1991. Yo por esos días tenía 10 años y clarón, 10 pesos era una colosal suma de dinero que alcanzaba para la cometa de Rambo, los caramelos, una pelota de goma, pagarle a Martita para que me muestre su bombacha, darle un peso al coloradito de la esquina para que lo baje a trompadas al que siempre me pegaba a mí y cosas así, cosas de chicos.
La cosa es que yo, en pleno 2007, con la inflación que hay, los quilombos del INDEC y la persecución que debo soportar por dar trabajo a gente indocumentada, no puedo vivir con 10 pesos, por más buena voluntad que ponga.
Pero de repente, se hizo la luz. “Acá hay un negocio”, me dije, cuando me percaté que la abuela, cada 16 minutos cronometrados, se olvidaba de mi presencia en la casa, se sorprendía por mi visita, me felicitaba por mi cumpleaños y me traía los diez pesitos del regalo.
Fue así que me pasé las últimas dos semanas en lo de la Nona. Como ella ya no duerme mucho (sólo tres horas por día), debí de doblegar mi espíritu al máximo, sacando fuerzas de flaqueza y mantenerme despierto, para alcanzar mi objetivo, escuchando el mismo disco rayado unas 21 horas por día, durante 14 días. Casi me vuelvo loco, la neblina de la demencia ya se apoderaba de mí. Pero lo logré. Junté algo así como 21 mil pesos. Buena guita. Yo sé que está mal aprovecharse de una ancianita. Pero la verdad es que esta vieja nunca fue trigo limpio. Creo que, de alguna manera, restablecí el equilibrio del Universo. Después me acordé de la metralleta para el temita del loro, así que le pedí una. Y la vieja, en su longeva sabiduría, me dijo que a las armas las carga el diablo y los pelotudos las disparan. “Mejor pisalo con la moto- fue su ilustrado consejo- hacelo pasar como un accidente y nadie te jode”.

15 mayo 2009

ÑAÑAÑAÑAÑAÑAÑAÑA

Bolví. Voy a hacerla corta. Aunque podría inventar cientos de excusas absolutamente creíbles explicando los motivos de mi aletargamiento (como que me contrató la CIA para arreglar unos calefones que andaban mal), no lo haré y voy a dar la cara: estuve deprimido.
Si, así como lo oyen, no sólo soy una máquina sexual, también tengo sentimientos. Así que anduve deprimido, extrañando a mi patria y los gauchos que allí quedaron. Y en ese estado, me agarré de nuevo de la botella de Jack Daniels, y justo al lado de la botella había una bolsita con unas cositas de colores y en fin, estuve mucho tiempo en un lugar maravilloso, lleno de dragones que escupían tomates y gente con forma de tiras de costilla.
Y hubiera seguido así, si no fuera porque hoy abrí el facebook, y observé este mensaje de mi esposa en mi muro:

"a ver si todos se enteran de la verdad de la milanesa.... yo trabajo todo el día como una "foca" para llevarle el pan a mi maridito que se la pasa todo el día sin hacer nada, porque como amo de casa es pésimo... en fin... la cuestión que cuando llego al depto, cansadísima por supuesto, se prende de mi cartera para sacarme los pocos euritos que tengo... en que los gasta? nadie sabe, solo sé que esta muy de amigo con un paqui de la rambla que vende nos sé que cosas raras. Y encima por las noches se dedica a filmar videitos pornos con las negritas de la carrer roca! Conclusión... ME QUIERO DIVORCIAR, URGENTE... Por favor AYUDA!"

Debo de decir que no me enorgullece mi proceder. Después de esta declaración de mi propia esposa en un lugar de acceso público, abrí los ojos. Y ahora, exactamente a las 20:01 hora española, estoy escribiendo estas líneas aguardando que llegue de su trabajo para decirle “lo lamento mi amor”, mientras con la otra mano le clavo una tramontina entre los riñones, por desubicada.
Luego, tengo planeado quitarle el dinero mientras agoniza, y correr hasta el mar y de ahí, a la libertad, a nado hasta Marruecos, si señores, a lo Humprey Bogart, me voy a vivir a Çasablanca. Pero eso es recién dentro de dos horas, así que mientras tanto, voy a escribir el guión de una película, cuya idea me disparó un comentario de Don Chicote:

GUION PARA PELÍCULA DE CINE INDEPENDIENTE

“La rebelión de los chanchos”
La acción comienza en el selva que bordea la península del Yucatán (México), territorio antiguamente ocupado por el imperio Azteca. La cámara viene por encima, bordeando árboles y entre los claros, se ve a una manada de bambis que corren asustados, mirando continuamente para atrás. Ahí hay un zoom al ojo de un bambi y SE VE EL TERROR EN SU MIRADA. La cámara se ralentiza y se empiezan a ver explosiones alrededor y se ve que los bambis son perseguidos un jeep preparado con un montón de armas a los costados y por tres cuatriciclos con ametralladoras. El jeep lo maneja el cerdito Porky y los cuatriciclos son conducidos por los tres chanchitos del cuento del lobo que les sopla la casita. La persecución continúa, algunos bambis se quedan atrás y los chanchos los pasan por arriba con los coches y les derrapan encima. Vuelan las entrañas y varias cámaras se salpican de sangre. En eso, sale de entre los árboles el chancho Babe manejando el De Lorean de Volver al Futuro, pero al que le adaptaron un cañon láser en la punta y les empieza a arremangar a los bambis. Ahí hay un espectacular juego de cámaras que muestran a los bambis volando a la mierda, hechos mil pedazos por la potencia sin igual del cañón, mientras se escucha de fondo la risa de los chanchos así “joi joi joi joi joi” y el tema de Jim Morrison “I´ts is the end”.
En eso todo se para y quedan dos bambis nomás que son los últimos en el mundo y los chanchos los encierran en un claro de la selva y dan vueltas alrededor con los vehículos. Son Bambi y su mama. Bambi es chiquito y es re cagón y le tiemblan las patitas, y su mamá se para como enojada y le grita a Babe “Gordo choto, por qué nos cagás la verga si nosotros no te hicimos nada”. A lo que Babe le responde con una escupida en la frente, para luego detenerse frente a ella y decirle “No te voy a dar explicaciones a vos, maldita hippie”, mientras pela una 9mm y les dice “Miren, voy a ser buena onda y voy a dejar vivo a uno de ustedes, elijan a quien hago cagar”. “A mi mamá” responde Bambi sin dudarlo, pero enseguida empieza a llorar y a retorcerse de dolor por su comportamiento de marica, pero igual aunque está muy arrepentido, sigue repitiendo entre sollozos “matala a ella, yo soy muy chiquito, tengo toda la vida por delante”. Entonces Babe carga la pistola, y le mete dos corchazos a la mamá de Bambi, que se desploma. Ahí hay un primer plano a la cara siniestra del Gordo Porky, lugarteniente de Babe, que se ríe cruelmente y se le ve la boca llena de dientes negros porque fuma opio tailandés. Después todos se suben a los vehículos y se las toman. Ahí viene un primer plano desde arriba con la madre de Bambi tirada en el piso y al lado el pobre Bambi grita a los cuatro cielos y jura venganza, a la manera de los bambis, pegándole cabezazos al cadáver de su difunta madre.
Después están en un bar Bambi y un grupo de mercenarios que ha contratado con la herencia que le dejó su mamá, sin que nadie sepa de donde la sacó (eso se resuelve sobre el final de la película). Los mercenarios que Bambi contrató son Rambo, Terminator y El Mariachi. Bambi está vestido con el traje de supermán, que se compró para sentirse poderoso.
Están todos en un bar de mala muerte, en las afueras de Tijuana tramando como emboscar a Babe y su banda de porcinos y en la radio suenan temas de Talía y todos transpiran. En el bar también hay mujeres de cascos ligeros (interpretadas por Carmen Electra, la Cuccinota, Angie Cepeda, Mónica Belluci y la mujer de Barack Obama, que la usan para hacerle asquerosidades porque tiene tres tetas). En eso, bambi se hace el pistola y se va a la barra y le pregunta al barman (interpretado por Benicio del Toro) si sabe donde se oculta Babe. Pero el barman resulta que no sólo es secuaz del gordo Babe, sino también un ex sacerdote azteca y pela una piedra de sacrificios que tiene escondida en la barra y le dice “Ahora te voy a sacrificar a Teccloatzlolol Dios de la levadura y la cebada que da de beber a nuestro pueblo. Tu no detendrás los planes del Gran Sacerdote Babe” y levanta la piedra para partírsela en la cabeza a Bambi, pero viene el Mariachi y le parte la guitarra en la espalda. Ahí explotan un par de cosas en el bar, y con un juego de cámaras rápidas se ve una pelea monumental. Todos se cruzan a las piñas, mientras Rambo, que estaba curtiéndose a la Belucci en un cuartito, sale y empieza a los tiros, sosteniendo con una mano la AK 47 automática que le regaló el papá cuando cumplió los 16, mientras en la otra sostiene a la Belucci que está arriba de él teniendo orgasmos múltiples, mientras de fondo se escucha un tema de Céline Dion, ponele que el de Titanic. A todo esto, bambi, está debajo de una mesa, porque todavía no superó su problema de cobardía y tiene miedo y tiembla entonces se ve que la escena se difumina y aparece Bambi como en un sueño corriendo con su mamá y en eso viene Babe corriendo con metralletas envés de brazo y los recaga a tiros y se mueren. Bambi despierta de repente en la habitación de un hotel de mala muerte, todo transpirado y se da cuenta que estuvo soñando de nuevo la mama, así que jura venganza total.
Después ya están todos listos para el ataque y están llegando a la selva donde se ve un campamento tipo el de Desaparecido en Acción IV. La imagen muestra adentro del campamento y están ahí Babe con una toga sacerdotal azteca revolcado en su chiquero junto a Porki y los tres cerditos del cuento, que le meten mano por todos lados a Peggy (interpretada por Mirta Busnelli). Ahí, Babe saca de una bolsa de cuero una cabeza de serpiente tallada en cristal por los aztecas y dice a sus secuaces: “Acá adentro está la gripe de los chanchos, la vamos a tirar por todos lados, los humanos se van a morir y luego gobernaremos el mundo y todos vamos a andar en una Ferrari. Ahora, que ningún peligro nos acecha y que nadie puede detenernos, celebremos con una orgía”. Y ahí viene la escena de sexo donde todos se encaman con Peggy. Pero justo se escuchan unas explosiones y vuela el campamento a la mierda y se ve que entran los mercenarios y Bambi con su traje de Supermán. Ahí quedan todos sorprendidos. Pero Bambi, que está decidido a tomar venganza dice: “Hola genitales de grasa, vengo a acabar con tu reino del terror y a vengar la muerte de mi madre y de paso a acabar con tus planes de dominar al mundo”. Y sale corriendo adelante para matar a Babe, pero el Gordo Porky lo frena de un puñetazo en la pera y bambi cae. Ahí se arma rosca de nuevo y todo explota y la cámara se aleja y se ve la selva y todo que explota y en eso, en el medio de las explosiones, sale un Jet de combate del mar de llamas y hay un zoom que muestra que lo pilotea Babe. Y de atrás, se ve que también sale algo volando, pero no es un avión, no es una bala, es el ciervito Bambi, que adquirió los poderes de Supermán gracias al traje. Después vienen unas escenas de persecución en el aire hasta que Bambi se pone arriba de unas de las alas del jet y se agarra el bulto en gesto de burla. Después le pega una trompada a la cabina del jet, que se despresuriza, y entonces Babe se tira en paracaídas. Y viendo que tiene todo controlado, Bambi va y le corta las cuerdas del paracaídas para que la muerte de Babe sea lo más horrible posible.
Pero en eso, se queda sin poderes y entonces se agarra del cuerpo de Babe, que todavía tiene el paracaídas de emergencia. Y entonces Bambi pela una pistola y le apunta y está este diálogo, mientras caen al vacío:

Bambi: -(temeroso) “¡Gordo, abrí el paracaídas o nos matamos”.
Babe: - (sobrándolo) Ni en pedo. Forro
Bambi: - (Amenazante) Abrilo o te rajo un tiro gordo, te digo denserio.
Babe: -¡No tenés las huevos para pegarme un tiro!
Bambi: -Ya sé, y tampoco tengo balas. Dale gordo, te perdono lo de la vieja, por favor, abrilo.
Babe: -No lo voy a abrir, prefiero que nos matemos, quiero que todo esto acabe. Ya no soporto más tanta tragedia familiar.
Bambi: (sorprendido) -No te entiendo loco, ¿que decís?
Babe: -¿Nunca te preguntaste de donde recibiste la herencia para los mercenarios?
Bambi: -No, como vino de arriba, no pregunté.
Babe: -¡Era mía! ¡La heredaste de mí! Bambi, yo soy tu padre. Yo estaba muy enamorado de ella, pero me dejó por un Búfalo que era actor de cine, se llamaba Búfalo Bill.
Bambi: - (confundido) pero… pero…. pero… entonces….

PLUFFFFFFFFFFFF. Padre e hijo se estampan contra el piso. Se quiebran todos los huesos, no se pueden mover, sólo hablar. En eso Bambi ve que su padre tiene la cabeza de serpiente de cristal con el virus de la gripe de los chanchos, y le dice: “Papi, no hagas eso, no desates tremenda destrucción sobre la humanidad. Sé bien que tratan a los chanchos como bienes de consumo, pero debes perdonarlos padre mío. Dales una oportunidad”.
Entonces Babe, piensa las palabras de su hijo, lo perdona y le dice: “Hijo, me has enseñado a amar. No voy a largar el virus”. Entonces Bambi de la emoción se retuerce y pega una patada hacia adelante y le tumba el cosita del virus y la cabeza de serpiente rueda por las rocas (la cámara la va siguiendo) y se rompe y se ve que sale como un humito verde. Babe lo mira a su hijo, y le dice: “Pendejo, sos un pelotudo, te hubiera metido un tiro cuando pude”. Ambos se quedan mirando y en eso se ve como el humito verde penetra en sus narices y ambos comienzan a retorcerse y a echar pus por la boca y se mueren. Después la cámara se aleja, mostrando como el humito verde se expande por todo el planeta hasta hacerlo explotar. Fin.

Y para rematar, un perturbador chiste de terror:
Entra un chabón a una carnicería y le dice al carnicero:
-Quiero una buena tira de costillas para un asadito. Algo bien tiernito y sabroso.
El carnicero lo mira y le dice:
-¿usted hace deporte?
-Si, voy al gimnasio, y fútbol los sábados con los amigos.
-¿y se cuida en las dietas?
-Si, trato de comer sano.
-¿cuántos años tiene?
-En abril cumplí 29.
Y entonces el carnicero salta por encima del mostrador con una motosierra y le arranca todo el costillar derecho al chabón. Después lo pesa, lo pone en una bolsa y mientras lo deja sobre el cadáver le dice: “Serían quince pesitos”.