15 julio 2009

“MUERO CONTENTO, HEMOS BATIDO AL ENEMIGO”

Fue un 3 de febrero de 1813, cuando las tropas de José “Cañoñazo” Rondeau y José Gervasio Artigas, alias “el patillas”, sitiaron por tierra la ciudad de Montevideo, capital provisional del Rio de la Plata y principal base naval española en el Atlántico Sur. Así como estaban, los realistas comenzaron a correr de acá para allá adentro del cuartel, gritando “ay, ay, ay”, “madrecita ayudame” y “ahora nos van a reventar a todos”.
Tras unos días de griterío en la “jaula de las locas” como ya le decían al cuartel de los españoles, los soldados comenzaron a sentir el rigor del hambre y tras haberse devorado sus pocas provisiones, comenzaron a experimentar con el canibalismo. Sin embargo, para el prestigioso historiador Francisco “Pancho” Termidor, esta versión carece de fundamentos epistemológicos. “No se trataba de canibalismo –explica el catedrático- Eso de andar lamiéndole el pene al compañero de armas es lisa y llanamente una mariconada”.
Maricones o muertos de hambre, fuera como fuere, los realistas, acuciados por la hambruna, comenzaron a concretar pequeñas y rápidas escaramuzas ascendiendo por el curso del río Paraná, para robar ganado, reabastecerse “y hacer el amor entre ellos escondidos en el monte, como buenos maricones que eran los realistas”, señala Termidor.
Pero ese 3 de febrero, el entonces Coronel de Caballería José de San Martín, al frente de 125 valientes del Regimiento de Granaderos a Caballo, decide acabar con los operativos comando de los realistas y con sus deshonrosos encuentros en el monte, y seguirlos desde la costa por el curso del río, para sorprenderlos con las manos en la masa o, como bromea Termidor, “con las manos en el bulto del Sargento y meterles un bayonetazo por el culo, realistas del orto”.
Para la misión, San Martín armó a sus valientes, entregó órdenes a sus subordinados, se lustró las botas y le hizo pintar dos franjas celestes paralelas a su caballo blanco, que lo recorrían desde la crin a la cola. Cuando todo estuvo listo, el regimiento partió rumbo a la posta de San Lorenzo, unos 26 km al sur de Rosario, lugar donde se hallaba el Convento de San Carlos, que sirvió de escondite a los granaderos para repeler el ataque realista.
Sin saber la que les esperaba, los españoles desembarcaron y avanzaron hacia el convento con intenciones de saqueo, suponiendo que allí estaban depositados los principales bienes de la zona. Como estaban contentos con sus fechorías, cantaban canciones de nena, iban jugando a la rayuela, y se daban palmaditas en las nalgas mientras se miraban raro y se sacaban la lengua entre ellos. “Eran todos putos los realistas, por eso los gallegos nunca ganaron un mundial”, afirma Termidor.
Mientras la escuadra gallega avanzaba hacia el convento, los granaderos de San Martín, sable en mano, le salieron al encuentro al grito de “¡Peleen putos!”, en un arrojado “operativo cerrojo”. Según detalla Termidor, “ante la aparición de San Martín y sus granaderos, muchos de los realistas salieron corriendo como las nenas que eran, pero muchos otros, maravillados por la apostura y la gallardía de los soldados argentinos, hipnotizados por el colorido de su uniforme y adivinando la potencia atronadora de su entrepierna, se rindieron enseguida y pidieron ser encerrados desnudos en los calabozos. Una vergüenza para el oficio de las armas.”
Pero antes de que finalice la gloriosa batalla que significó el bautismo de fuego del Regimiento de Granaderos a Caballos (único desarrollado en territorio argentino) sucedió un acontecimiento que fue recogido por las páginas historia nacional: en el fragor de la batalla, una bala hiere al corcel del Coronel San Martín, que al caer, atrapa a su jinete impidiéndole todo tipo de movimiento. Según las investigaciones de Termidor: “Observando al Coronel caído, el Paco y el Manolo, dos realistas que eran pareja, apuntaron de común acuerdo sus bayonetas al heroico torso sanmartiniano para ensartarlo, y tomar el poder e instaurar una monarquía gay en territorio nacional. Sin embargo, el soldado raso Juan Bautista Cabral (el grado de Sargento le fue otorgado post morten, y muchos dicen que jamás le fue otorgado), un correntino masculino hasta la médula, que no paró de enhebrarse chinitas en su adolescencia, adivinó la artera maniobra del Paco y el Manolo, se echó un pique corto y les hizo una “doble talón” a los maricones, logrando derribar a ambos con sus masculino ímpetu. Sin embargo, el pobre Cabral tuvo mala leche y con el envión, se clavó la punta de la bayoneta en el hígado”.
Cae así Cabral, el valeroso, rodilla en tierra, herido de muerte, mientras con ojos llenos de lágrimas de gloria veía como la batalla se decidía a favor de los granaderos. San Martín, emocionado su pecho y ya libre del peso de su corcel, se acerca a Cabral para ayudarlo, pero se da cuenta que la herida es mortal y nada puede hacer por su salvador, excepto otorgarle la gloria antes de su partida.
San Martín: Hijo, me salvaste, sos un héroe.
Cabral: No pasa nada valiente Coronel, su vida vale más que la mía. Es un trueque justo para la patria. Algún día, usted libertará esta tierra del yugo español, haciendo libres por lo menos a tres países, ponele que Argentina, Chile y Perú…
San Martín: Ojalá hijo, ojalá…
Cabral:… y eso no es todo, también será un héroe nacional, tendrá una hija a la que llamará Merceditas y morirá viejo en Francia, en Boulogne Sur Mer…
San Martín: ¿Qué sos, Nostradamus vos?
Cabral: … muero Coronel, por eso digo pavadas…
San Martín: si, ya veo, te sale un chorro de sangre del hígado… pues por eso mismo hombre, que la historia no lo recuerde haciéndose el adivino, digo al lindo para que lo canten en alguna marcha en los colegios… algo que inspire a los alumnos…
Cabral: …me cacho en diez…
San Martín: ….(¿?)…
Cabral: ¿no está buena? … ya sé… una frase copada… “Todo lo que necesitas es amor”…
San Martín: Hijo mío, si seguís boludeando te clavo el sable corvo en el empeine…
Cabral: ¿y si me hecho un sapucay?
San Martín: No, no da, la patria debe ser Federal…
Cabral: bueno, deje nomás, me quedo sin frase, al menos muero contento, hemos batido al enemigo…
San Martín: ¡Esaa pibe esa! ¡Qué frase papá! Muy buena, muy buena…
Cabral: … aghhhhhhhhhhh….
Así sucedieron los hechos, la Patria es testigo.

5 comentarios:

Chicote dijo...

muyyy buenaaaaaa!!!
disculpe que no le deje comentario mas seguido, pasa que la maquina que tengo en el laburo esta cucurucha, pero sepa que lo leo seguidisimo!!
La de He Man creo que me hizo mear!!!

cristofero dijo...

jajajaja

una vision cruda de la historia q no te enseñan en el colegio

Melli malvado dijo...

Jaja. Estaba investigando para escribir un artículo parecido en mi blog pero me ganaste de mano.
Date una vuelta cuando quieras,
Besos
Nanu

Melli malvado dijo...

Mi blog es http://www.lenguaprohibida.blogspot.com/
Ahora sí
Nanu

Anónimo dijo...

Lsa famosa frase es muy ´parecida a la que Cornelio Nepote atribuye a Epaminondas,vencedor pero herido de muerte en Mantinea: Suficiente he vivido, invicto sin embargo muero".