08 septiembre 2009

COSAS QUE ME PASARON AYER CON UNOS CADÁVERES

Ayer me pasó algo muy curioso. Sé que siempre me andan pasando cosas curiosas, como esa vez que me acosté a dormir en el patio de la casa del vecino pensando que era la mía. Pero esto que me pasó ahora es curioso posta. La cosa es que me desperté, como cada mañana, con el procedimiento estándar, me pongo mi kimono, me unto con grasa de carnero los testículos (para la fertilidad), me voy al baño, pongo dentífrico en el cepillo, y me voy lavando los dientes a la cocina a preparar el mate.
Estuve cepillándome los dientes un rato, y de repente voló todo a la mierda. Me quedé duro, mientras me preguntaba porque todo mi rostro chorreaba dentífrico. Resulta que me lo llevé del baño y lo dejé apoyado en la vitrocerámica (es como la hornalla) y el chaboncito exploto. Pero eso no es todo. Inmediatamente después, mientras yo seguía sumido en la estupefacción, me sonó el timbre. Salgo a ver quien era y me encuentro con Don Fermín, un viejito como de ochenta años que vive en el departamento de abajo.
“¿Que le pasa gentilhombre?”, le dije intentando mantener la compostura mientras un poco de dentífrico me entraba en el ojo.
Y en eso pasó todo, como un huracán. Arrancó diciendo palabras ininteligibles como “tapadera” “cubo y mocho” “rosquete”, después siguió con insultos e improperios, y luego finalizó con “gotera” “baño”. Ahí entendí que mi baño le goteaba en el de él.
“¿Y por estas minucias terrenales viene usted a incomodarme? Llame a un plomero caballero”, le dije con aplomo. Entonces el viejo, envés de reverenciarme por la solución práctica que yo le brindaba y dejarme de joder, comenzó a amenazarme con una posición típica de Rocky Marciano, con los dos puños arriba.
“Caballero, no me batiré con usted a golpes de puño por respeto a su débil condición geriátrica. Si lo quiere resolver como hombres, será a cuchillo mi amigo”, y con un rápido movimiento le apunté, bromeando, con mi cepillo de dientes. Y entonces se murió. Bah, empezó a morirse. Se puso colorado, después lila y se cayó seco. Pumba. A la mierda. “Agggggg, fruic” y se retorció todo.

Confieso que sentí pánico. Ahí estaba yo, con mi cepìllo de dientes como evidencia de haber asesinado psicológicamente al anciano. Me vi tras las rejas. Traté de serenarme. Me iba a fumar un porro, pero no, no podía. Seguramente me harían análisis de sangre y me acusarían de demencia o algo. ¡Carajo, esto se va complicando! Lo entré al living y me tomé unos mates, mientras miraba el cuerpo. Y ahí me pregunté que haría con él. Tenía que hacerlo desaparecer. Una vez leí que había un líquido que deshacía los cuerpos y que los usaban los asesinos de la KGB. Pero lo más fuerte que yo tenía era tequila. Y eso me dio otra idea. Lo rocié con tequila en todo el cuerpo y pensé que sería buena idea tirarlo por la escalera y decir que se cayó borracho. Le desarreglé un poco la ropa, le tiré otro chorro de tequila en la boca, y lo arrastré hasta la puerta. Y de ahí, lo largué. El cuerpo tomó envión y salió como Sonic rodando escaleras abajo. Y fue peor, porque Doña Carmen subía las escaleras a ver por que tardaba tanto el marido. Y se lo encontró de golpe, del lado de los talones. Y se fueron como una bola para el primer piso. ¿Y podés creer que se murió también la vieja? Se dio la nuca contra el cosito de la puerta. Ya no tenia salida. Me vi en Severnaya, en una cárcel de máxima seguridad donde tengo que pelear para divertir a los agentes penitenciarios. Si, es como la película. Pero Hollywood no me salvaría. Y ahí recordé las palabras que me dijo mi padre antes de morir “Misha, si alguna vez te vez un aprieto que incluya cadáveres, recurre a los clásicos”.
Y ahí se me ocurrió lo de Romeo y Julieta. El clásico romántico policial de la historia literaria. El caso que todo policía no quiere resolver, porque es un crimen de las circunstancias, celosas del amor. Así que entré a casa, tomé lápiz y papel. Escribí dos notas, luego bajé y se las puse a los cadáveres y me fui a esperar que el plan surtiera efecto. A la media hora, un grito aterrorizado de la vecina me indicó que habían descubierto los cuerpos y cinco minutos después llegó la policía. Esperé otros cinco minutos y bajé a hacerme el boludo y pispear el asunto. ¡Y funcionó! Cuando me acerco, ambos policías lloraban y se abrazaban, con mis notas en la mano. Una tercera vecina arengó al poli “¡pero hable chaval, cuente que dice!”. Y el policía, con los ojos llorosos de moco, levantó la vista y leyó:

Querida Carmen: me fui con una pendeja de veinte, fetén fetén. Chupa como cosaco y coge como soldado de la primera guerra mundial. Me la garché y me dejó del moño. Así que te dejo. Fue lindo mientras duró. Curtite loca”.

Querido Fermín: te odio hijo de mil puta, y te voy a tirar por las escaleras apenas vengas. Ah, y una vez cogí con el odontólogo.

01 septiembre 2009

Bosnia y Herzegovina: un cuento para toda la familia

Cuenta la historia que bajo la sombra suave que proyectaba un viejo abeto, había dos hermanas que departían animadamente una frugal merienda en una cálida tarde de febrero. Hijas de buena familia, era evidente esto en sus ropajes labrados en finos hilos dorados, la casi nula pigmentación en la piel de sus rostros, y lo bermejo de sus cabellos. Sin embargo, cierto colorete exagerado en sus mofletes, anunciada un espíritu fogoso en inquieto en ambas doncellas.
Eras las hermanas Bosnia y Herzegovina, que mantenían el siguiente diálogo en florido lenguaje de castilla, aparentemente a raíz del fallecimiento de una mascota:

Bosnia: ¡Pará la concha de tu madre! ¡No me rompás más las pelotas con esa mugre de canario muerto!
Herzegovina: (llorando) ¡Ahhhhh! ¡No era un canariooooooo! ¡Era un conejo, el conejo Pete! ¡Nunca querré a ninguna mascota tanto como a él!
Bosnia: Salvo la pija del jardinero, pendeja mogólica.
Herzegovina: ¡Dejá de decir asquerosidades, se va a enterar papá!
Bosnia: ¿Y que me va a decir ese viejo hijo de puta que se emporonga al mayordomo!
Herzegovina: ¿Ves? Por eso nadie te quiere, porque todo el tiempo te comportás como una maleducada y hablando mal de la gente.
Bosnia: (tomando un sifón metálico de la canastilla) ¡Callate pendeja chota o te rompo las cervicales!
Herzegovina: ¡Tenés que tratarte, medicada de mierda!
Bosnia: ¡Chupame la argolla hija de puta!

En eso estaban las jóvenes doncellas cuando de repente, se acerca un caballero de gesto adusto y ropaje ceñido que formalmente se reverencia ante las hermanas y dice:
Caballero: ¿Alguna de las dos quiere lustrarme la poronga?
Herzegovina: Que maleducado hijo de puta.
Bosnia: Pero mirá que pedazo de bulto que tiene.
Caballero: Y lo podéis tocar si así lo deseáis...
Bosnia: ¿Por qué hablas así, sos medio mogólico o te entró leche en el cerebro?
Caballero: Creo que os clavaré mi chipote chillón hasta la clavícula, trola barata.
Herzegovina: ¡Andá a amasar sorete negro cara de culo, nosotras nos queremos mantener vírgenes!

Dicho esto, el joven propuso un andante caminante hacia el poniente, y se alejó silbando una alegre barcarola portuguesa. En tanto, Bosnia sacó de la canastilla una cajita adornada en bellos colores de terciopelo y se la presentó a su hermana con grácil gesto diciendo:
Bosnia: ¿A que no sabes que tengo acá?
Herzegovina: No sé... un consolador con vibrador.
Bosnia: No, es un regalo para vos.
Herzegovina: ¿Qué es?
Bosnia: Abrilo y fijate.
He aquí que Herzegovina tomó el paquete, lo abrió suavemente y su rostro, de repente, se iluminó con plateados reflejos de emoción al ver tras los lustrosos moños, a un tierno conejito, casi idéntico al ya fenecido.

Herzegovina: ¡Ayyyyyyyy! ¡Bosniiiiiiii! ¡Me re encanta guachi! Gracias, no sos tan mala hermana al final de cuentas.
Bosnia: (sonriendo) Se llama conejo Ramón.
Herzegovina: ¿Por que Ramón?
Bosnia: ¡Porque lo pisó un camión!, respondió la joven y tomó al conejo entre sus manos y lo arrojó directamente a la doble Michelin de un Scania 113 que pasaba por el lugar, provocando así muerte por aplastamiento al pobre conejito que quedó transformado en un despojo sanguinolento de pelusa, cerebro, ojos y algunos órganos internos.
Herzegovina: ¡HIJA DE UN TRILLON DE PUTAS! ¡¿QUÉ HICISTE?!
Bosnia: Tampoco es para tanto, si no lo conocías al conejo...

Luego de esto, ambas jóvenes comenzaron a correr como histéricas por distintos lugares, hasta que se chocaron de frente y... terminaron enamorándose y se casaron dando origen al primer casamiento civil lésbico entre hermanas.
Bosnia ahora practica yoga y cuida las plantas. Herzegovina es militante del Partido Obrero. El conejo Ramón sigue muerto.

Fin, y la concha de tu hermana.