29 diciembre 2006

GLUC...GLUC...GLUC...GLUC...GLUC...

Y sí. Nos inundamos nomás. Apenas me estaba poniendo craquelé el 25 a la noche, departiendo amigablemente con mis compadres, comiendo confites y garrapiñadas, jugando una partida al dominó y destapando alguna que otra botellita de ananá fizz, cuando se pudrió todo. ¡¡Qué manera de llover, my friend, y que ventisca!!!
Ahí nomás, miré hacia mis pies y al ver que comenzaban a mojarse me dije que no era el momento de entrar en pánico, así que sin mayores preocupaciones me acosté a descansar, lo cual fue un error, porque cuando me desperté, mi pobre madre, ¡mi santa madre! hacía desde la noche que estaba sacando el agua y la mugre de la casa. Atento como soy, le pregunté si necesitaba ayuda y ella me miró con rabia. Le pregunté otra vez y me arremangó el palo de escoba en el lomo al grito de “inútil, vago, rajá de acá, andate a vivir solo de una vez”. Convencido de que no era el momento adecuado para intentar razonar con ella y explicarle las bondades de mi compañía, intenté ir a casa de unos amigos, pero ¡santas aguas servidas Batman! todo estaba inundado y parecía el Amazonas, pero con más cables tirados. Gracias a Dios, soy buen nadador, así que me fui estilo pecho a visitar a los amigos y parientes, esquivando árboles, autos, cables y chapas. Pero me cansé enseguida, así que me volví a casa y saqué mi equipo de emergencia para trasladarme en estas situaciones. Y en eso se me fue el día, y se me hizo la noche y ¡caramba!, no tenía velas, no tenía agua potable, no tenía linterna, no tenía comida y el agua que no se iba a ningún lado. Y así se me fueron dos días, mientras intentaba rescatar de la tragedia mi más preciadas pertenencias.
Pero bueno, al menos, algo salió bien con todo esto de la inundación: el turismo. La verdad, fue genial, se reactivó completamente el “turismo de la desgracia ajena” en todos los barrios. Daba gusto, toda la ciudad reunida en los barrios, familias enteras, incluso algunos llegados de localidades vecinas, todos dispuestos a disfrutar de la nueva atracción de la feria, la maravilla inundada, turismo económico para estas fiestas. Un saludo para todos los nabos con sombrero de paja y chombita cocodrilo que con sus 4x4 con aire acondicionado pasaron a fondo por enfrente de casa y me llenaron la vivienda de agua. Vuelvan cuando quieran que la próxima voy a tener la carabina en condiciones. Entre los que anduvieron haciendo turismo allá por mi barrio, se encontraban Paris Hilton y Britney Spears, dos amigas que vinieron a pasar las fiestas en casa (recuerden que yo tuve una efímera relación con Paris, después con Britney, después con las dos juntas, luego con sus madres y más tarde con las cuatro juntas, así que nos conocemos bastante bien). La cosa es que cuando las chicas despertaron con las patas en el agua exclamaron a coro “¡oh!, that devils, that so large surprise” y se mandaron a mudar. ¿Y eso quien me lo paga?
Cambiando de enfoque, ahora me enteré que se va a lanzar un plan de reparación económica o algo parecido, así que hago pública la lista de cosas que perdí, para que me sean retribuidas como corresponde: dos plasmas de 42” (uno en el estar y el otro en la habitación); doce cajas de vajilla de porcelana importada; siete cajas de galletitas; un póster de Boca Campeón 1993; un chiffonier Luis XV torneado en ébano; doce cajas de Latour 1938; dos notebooks, y un par de chucherías más, valuadas en unos cuantos miles de euros. Por las dudas, hice fotocopias de la lista y las tengo en casa. Así que me avisan nomás donde retiro mis pertenencias.

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