03 mayo 2007

UUUUUUHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!

VERDADERA HISTORIA DE COMO COBRE UNA HERENCIA DE LA COSA NOSTRA SICILIANA Y ME CARGUÉ A AL PACINO PORQUE ME TENÍA PODRIDO Y LE ROBÓ LA GUITA A MI PAPI...
No sé si saben pero yo tengo una herencia. ¿Ustedes no tienen ninguna herencia? ¡Nooooo! ¡Ayyyyyyyyy! ¡Pobrecitos! Van a tener que estudiar entonces. Bueno, decía que tengo una herencia. Y saben de donde vino mi herencia...¡de la Mafia Italiana! Eco. Resulta que mi madre (¡mi santa madre!), a principios de los ochenta se fue de vacaciones a Chicago, donde en el barrio italiano conoció a quien fuera il capo de tuti capi de la mafia siciliana, Don Vito Corleone.
Allí, entre los edificios sucios de alquitrán, vendedores ambulantes de verduras y los platos de spaghetti, mi mami y Don Vito intimaron y tuvieron un lindo “romance de verano”. Pero eran tiempos tumultuosos, las vacaciones terminaron y mi madre debió de regresar a la patria. El tema es que venía con un regalito: yo, este bello estereotipo italiano, de pelo en pecho, cuerpo torneado en adamantium, mirada idealista y reciente subcampeón vecinal de sonoridad en eructo con gaseosa; ese soy yo, producto de una relación bilateral ítalo-criolla, fomentando ya desde mi gestación, la unidad de los pueblos.

Pero haciendo a un lado esas patrañas, acá lo que importa es que soy hijo de Don Vito, eco, eco, e así la cosa, soy filio de Don Vito, ma que cosa.
Nunca supe bien porque se me ocultó durante tantos años mi filiación, hasta que al enterarme (gracias a un sueño revelador en el que yo nacía de una cabeza de caballo y luego acribillaba a Tony en su auto), la encaré a mi madre y le dije ¡“Oh Mujer de pistola en bandolera, ¿por qué osaste ocultar mi filiación paterna?”. Ella me miró con esa mirada que sólo ella tiene cuando mira con sus dos ojos y me respondió: “Para que no le arruines la vida a tu padre, como arruinaste la mía y la de la familia, basura, porquería, malnacido; andá a limpiar la pieza, vago, nunca te quise. Nunca lo olvides: sos lo peor que nos pasó en la vida a todos” . “Bueno, bueno -le dije- ya se te va a pasar”. Luego de eso, como yo también tengo sentimientos y obviamente estaba muy dolido, me fui a jugar al Mario Bros en el Family Game, que es lo único que me calma. Y allí, mientras saltaba cañerías y pisaba bichos raros con casquitos, me resolví a adquirir mi natural derecho a la fortuna paterna. Así fue que tomé la decisión de enviarle una carta a mi papi donde reclamaba vehementemente la herencia y una participación del 18% en todo negocio ilegal que encare la familia, avisándole que estaría llegando a Corleone (donde fue mi papi a pasar su vejez) la semana próxima.
Para fortalecer la comunicación con mi padre (sobre todo para arreglar el tema del porcentaje), decidí que era conveniente tomar unas clases de italiano, para lo cual convoqué a mis dos amigas personales Mónica Bellucci y María Grazia Cucinotta, quienes accedieron a ser mis profes a cambio de que las dejara acariciarme.
Una semana después, ya estaba desembarcando en el aeropuerto internacional de Roma, donde tomé un pequeño charter hasta una pista clandestina de contrabando que papá tiene el patio de nuestra casa y que la utiliza para el matute de monos capuchinos entrenados para cumplir tareas domésticas. Yo les digo: no hay nada más top que tener un mono capuchino como mayordomo. Seguimos.
Apenas nomás de bajarme del avión, la sorpresa. La recepción no era una fiesta con mujeres desnudas, champán y salchichón, según yo lo imaginaba, sino tres corpulentos sicarios de la mafia, armados con bastones de acero que salieron a mi encuentro con actitud belicosa, dispuestos a molerme a palos.“¡Mascalzone! ¡Mostachole! ¡Pepelopo!” les grité enojado en perfecto italiano, al tiempo que con un ágil movimiento de caderas les arrojaba al cuello dos serpientes cascabel y una cobra que siempre llevo para protegerme de los indeseables.
Mientras los mafiosos agonizaban lentamente debido a las mordeduras de los ofidios, con paso decidido, me acerqué a la residencia de mi papi y destrabando la puerta de un tiro con una escopeta que encontré tirada, entré corriendo con los brazos abiertos y gritando “¡¡¡Gooooooool!!!”. En realidad quería gritar ¡Papáaaaaa! pero la emoción me jugó una mala pasada.
Y allí estaba él. Fue como una visión en 3D. Recostado en un puff, fumando un puro, botella de aguardiente en mano y bigote desalineado acomodado con gomina. Emocionado hasta la lágrima, me arrojé a sus pies y abrazando sus tobillos le dije:
Yo: (con voz trémula) ¡Papa! ¡Papa! (sin acento).
Papi mafioso: ¡il mío filio! ¡que apuesto italiani! ¡icualito al papa!
Yo: ¡Papa! ¡Papa! (con lágrimas en los ojos) ¿Cuánto hay en la herencia?
Papi mafioso: oh filio, no queda muchio, me lo gasté tutti en chupi, poker y donnas!
Yo: (con los ojos inyectados en sangre) ¡Viejo chot...! ¡Te voy a reventar! Bueno bueno, (con un hilo de esperanza en la voz) lo importante es que algo debe de quedar ¿no?
Papi mafioso: y algo queda, pero tené que gánatelo, va bene, porque el corupto de Al Pacino me lo afanó tuti.
Yo: ma que cosa papa...
Papi Mafioso: va bene. Eh así la cosa. La única manera eh que le gane, mañana, en el Grande Premio de Corleone, la grande carrera de bicileta del pueblo nostro, en el velódromo. Si le ganá, te guardá toda la plata de la aposta; si perdé, te molemo a palo entre todo. E la ley de la mafia caro mío filio.
Yo: ¡ma que cosa mas grosa! ¿y que corno hace Al Pacino corriendo en bici?
Papi mafioso: eso filio, e una larga hitoria que no tengo tiempo de contá.
Yo: va bene, va bene.
Papi mafioso: Eco mío filio, no jodá. Ma te digo una cosa. Gané o perdá, io icual estoy orguloso de vo. Ere un pibe apuesto e valiente.
Yo: va bene papa, va bene.

Esa misma tarde me fui al velódromo a conocer más de cerca de mi rival. Y realmente quedé sorprendido. Era impresionante. Lejos de las luces de Hollywood el tiempo se había puesto las pilas y había encontrado su pasión en la vida: correr en bici. Era una bala, una luz, un rayo láser, un cascotazo que circulaba por la pista a toda velocidad con mirada asesina, pedaleando metros. “¡Minga! Mirá el loquito este donde terminó. Es hora de idear un plan”, me dije a mi mismo. Antes de irme, para intimidarlo un poco, pinté con aerosol en una pared “Aguante Robert de Niro”.
Decidido a encontrar una solución al problema me pasé la noche pensando en como hacer, sin entrenamiento, para ganarle a esa furia de las dos ruedas. Y ya estaba por abandonar la empresa y volverme a casa con el rabo entre las piernas, cuando se hizo la luz. Recordé las ceñidas muñequeras que utilizaban los bravos guerreros mongoles para obtener mejores resultados en batalla. Así fue que me entendí que esta carrera requeriría sacrificio. Sobre todo por parte de Al Pacino. Usando todo mi ingenio, logre desarrollar el dispositivo que se aprecia en la foto. Después me di cuenta que no iba a funcionar, ya que no era probable que la superestrella de Hollywood no advirtiera esa tremenda trampa para huevos que seguramente le doblaría el alma de dolor. “Esto no va a funcionar. Es hora de tomar medidas más directas” me dije. Me subí al Ford Taunus que me prestó mi papá y me fui a hacer guardia a la casa de mi rival, esperando se me ocurriera una solución. Esperé y esperé, tomando ginebra toda la noche, mientras la impotencia me consumía. Debía asumirlo: Al Pacino era mejor que yo. Y así me pasé la noche, deprimido y amargado. Lamentablemente, soy un tipo de mal beber, y cuando lo vi salir de su casa, tan coqueto con su casquito y sus rodilleras de corredor y su bici de colores, no pude resistir la tentación y ahí nomás ¡TRACATE! lo atropellé con el Ford Taunus. Obviamente me sentí muy mal por lo que hice, pero se me pasó rápido. A la media hora ya estaba en la línea de partida. Corrí, gané y después me fui a festejar la victoria con mi team. Más tarde me fui a casa de mi papi y le dije que todo muy lindo, que capaz que pasaba en año nuevo. Así que me volví a mi palacete en el barrio Sur, con un montón de guita conmigo. Como soy un poco paranoico, la tengo oculta en un lugar seguro en mi propia casa, que es casi inexpugnable, como Fort Knox o Fort Knorr Suiza.

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