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En esas estábamos cuando pasó algo re gracioso que les quiero contar. Resulta que mientras organizábamos nuestra estrategia de ataque, nos preparamos una copita, y una copita se hicieron dos y dos son cuatro y cuatro y dos son seis y seis y dos son ocho y ocho dieciséis y ocho veinticuatro y ocho treinta y dos y cuando nos dimos cuenta la farolera tropezó y el ánimo festivo ya se había instalado en la reunión y así fue como comenzaron los cascotazos a los autos que pasaban y como terminamos prendiendo fuego la ropa

Y, debo confesarlo, yo también estaba un poco alegrón y así fue como perdí la compostura y se me ocurrió una idea funesta. Se me ocurrió soltar a mi esposa, a la que mantenemos enjaulada desde enero, porque mordió a un perro que pasaba por la calle.
Cauteloso, me acerqué a su jaulita y, lentamente, abrí el candado. Luego, me alejé velozmente unos cuántos pasos aunque, contrariamente a lo que yo esperaba, no se abalanzó sobre mí como una fiera enloquecida, sino que se restregó los ojitos llenos de lagañas, se limpió los mocos con las mangas de su chaleco de lana, y miró para afuera, con la boca abierta. "¡La pucha, me dije, como cambió esta mina!".
Me acerqué y extendiéndole la mano le dije: "Vení mi amor, mirá, el Pampa te hizo un asado. Andá a fijarte la pinta que tiene". Al oír hablar de comida, se le iluminó el rostro y salió al trote a la parrilla, para deleitarse con el espectáculo de la carne vacuna cociéndose lentamente. Lo que nunca imaginé es que tuviera tanta hambre toda junta, ya que su entusiasmo la llevó a tratar de comer el asado directamente de la parrilla y aunque gritaba de dolor, tampoco dejaba de masticar un pedazo de vacío. Alarmado, fui corriendo y de una patada en pleno tórax la arranqué de la parrilla y al mirarla, me dio impresión: tres rayas rojizas cruzaban transversalmente su rostro, dándole un aspecto temible. Además, los calientes jugos del vacío que estaba masticando, le cocieron literalmente los labios. ¡Adermicina urgente! Grité desesperado, pero nadie respondió. Lo miré a Pampa, y haciéndole una seña con la ceja, le di a entender que buscara el pomito de adermicina, indicándole que lo tenía guardado en el segundo cajón de la derecha, del toilette, el que tiene el espejo grandote, y que el pomo estaba justo debajo de mi colección privada de revistas "Nalgas de Chocolate". Atento, Pampa fue velozmente a mi habitación y volvió con el pomito de adermicina entre sus fauces. Lo tomé, y se lo alcancé a mi esposa, que seguía gritando y que, en mi descuido, estaba comiendo a dedos limpios una morcillita que había extraído de la parrilla. La sacudí por los hombros, la abofeteé a la manera siracusana (a la ida y a la vuelta) y mirándola fijamente le mostré el pomo de adermicina haciéndole evidentes gestos de cómo debía utilizarse. Cuando finalmente asintió, pensé que había comprendido y bajé la guardia. Ahí fue cuando escuché otro grito de dolor y vi que tenía la parte de atrás del pomo engarzada un la oreja, inexplicablemente.
Ahí no pude más. Todo tiene un límite. Tanta estupidez me superó y me salió el Tyson de adentro y la emboqué con un cross a la mandíbula que la hizo trastabillar. Pero me hizo frente, porque el hambre y el encierro, más la adrenalina del dolor, le habían dado fuerzas.

Por suerte, Pampa se dio cuenta de la maniobra e intercedió. Rápidamente, hizo su gracia más interesante: recitar completo El Rey Lear, de Shakespeare. Así mi novia grió sobre su eje y miraba arrobada a mi perro ya que Shakespeare la calma, lo que me dio tiempo de buscar una tabla de pino y, de media tijera, hacerle perder la conciencia.
Una vez desmayada, la tomé de las piernas y la arrastré de nuevo a su jaulita. Sin embargo me

Bien, ahora viene lo gracioso, porque justo cuando terminaba de poner el candado, llegó uno de mis colegas (el de la careta de Optimus Prime), y se contó este chiste que no quiero que se pierdan:
Un muchacho está en un boliche, y al observar a una bella jovencita, se le acerca, tratando de entablar una conversación:
- Hola, que tal, me llamo Pedro... ¿Y vos?
- Yo me llaumou Veuróunica- responde la joven.
- ¿Veruróunica? ¿Sos yanqui?
- Nou, soy anourmal.
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