19 mayo 2008

Humorista de vanguardia lucha contra la anorexia, la bulimia y la obesidad, pero defiende el hábito de rascarse el culo con las dos manos.


Robustecí. Esa es la palabra. Mi cuerpo, de un tiempo a esta parte, cambió. Veo mi vida en restrospectiva y observo como aquel tierno ternerito que alguna vez fui, se convirtió en vigoroso novillo y luego en un temible toro reproductor y ahora, sin previo aviso, en un bovino gordo, mañoso y mal llevado, que reposa en el potrero con los testículos hinchados por el sol y que lo único que quiere es estar tirado pegándose en el lomo con el rabo.
Así me veo, así me siento. Debo hacer algo me digo. Una salida rápida a esos kilos de más, una finta a esa incipiente barriga que pretende desbordar el cauce natural marcado por mis espartanos abdominales. La anorexia y la bulimia, podrían ayudar pero, ciertamente, no pretendo dejar de comer y mucho menos vomitar, salvo que sea por resaca. Tampoco proyecto ir a un gimnasio y salir a correr, que yo no soy un canguro boxeador. Soy un ser humano y tengo la autoestima suficiente para rascarme un nalga y decir “¡yo puedo!”.
Afortunadamente, soy naturalmente sexy, y la pancita me queda bien, me da un aire “de tipo casado que no se priva de nada, ni en la mesa ni en la cama”.
De todas formas, no soy egoísta y me preocupo por aquellos que quieren bajar de peso, pero sin por ello perder su dignidad humana. Por lo tanto, he creado el 10 P. (“Programa Práctico en Pocos Pasos Para Perder Peso sin Ponerte Pila Pila”), el único sistema que le hará perder peso, sin modificar sus hábitos alimentarios ni mover un dedo.

Escupir constantemente
Una buena escupida tiene un peso aproximado de 3 grs. O sea que diez gargajos al día te harán perder 30 grs y cien escupidas diarias, que es lo que yo recomiendo, ¡serán 300grs perdidos! Además, reconozcamos que es un método que resulta divertido, por la posibilidad de afinar la puntería seleccionando blancos cada vez más difíciles, lo que hace mas llevadero el proceso.
Optativo: cuando vayas caminando por la calle, elegí a algún grandote con cara de malo y de prepo metele un buen gargajo en el pecho o en la cara, y después salí corriendo para que no te reviente. De esta manera ¡también harás ejercicio y quemarás calorías!

Donar sangre
Cuando te sacan sangre en los hospitales, te sacan medio litro justito. Teniendo en cuenta el peso específico de la sangre, esos serían unos 530 gramos. Sin embargo, aunque te sacan medio litro, lo cierto es que bien podrían sacarte un litro entero, porque si no sos una maricarmencita, te la tenés que aguantar. Además, de esta manera se colabora doblemente con el sistema de salud y uno se siente bien. Precaución: no provoque una riña con un litro de sangre menos.

Reventarse granos
Un grano promedio tiene 0.02 grs, o sea que se necesita reventar 100 granos para bajar apenas dos gramos. Yo sé que no parece que valga la pena no es mucho ya sé, pero si tenemos en cuenta que lo de adentro del grano es “grasa pura”, esos dos gramos son más que valiosos. Además, reventar granos siempre resulta tranquilizador. Si ya dejaste atrás la pubertad, es recomendable agarrar una piedra pómez e irritarse ciertas partes del cuerpo (las nalgas son el mejor lugar) para provocar la salida de las pústulas.

Cortarse las uñas
Una pedacito de uña promedio, pesa 0.02 gramos (de las manos) y 0.03 gramos (de los pies). Si hacemos los cálculos correspondientes, nos suma 0.5 gramos totales. Además, si contamos la mugre que se esconde tras las uñas, se alcanzan 1.2 gramos fácilmente. De esta manera, no sólo se pierde peso, sino que también se mantiene la higiene personal.

Sacarse los mocos y la cera de los oídos
Una bola de moco como la gente pesa como 2 gramos. Y teniendo en cuenta dos orificios nasales, serían 4 gramos. Y si sumamos la cera, sería 1 gramo más. El secreto aquí es exponerse constantemente al frío (andar en motocicleta, en cuero y todo mojado es la mejor manera) para desencadenar el moco. Mucho mejor aún si el moco se convierte en “aguita”, que chorrea constantemente y ayuda a perder peso a cada momento.

Vender el alma
Una vez vi una película que dice que cuando uno se muere, si lo pesan al toque, pierde 21 gramos. O sea que el alma pesa 21 gramos. Obviamente, la intención es no morirse, así que lo más potable es vender el alma. Lo malo es que no sé que pasará con un cuerpo sin alma (capaz que engorda). Lo bueno, es que si se negocia con un fanático religioso o con el diablo, se puede hacer un lindo negocio y comprar un auto.

Ejercer la docencia
Este procedimiento basa su argumento clínico en el famoso adagio “Tiene más hambre que maestro de escuela”, por lo cual asumo que los maestros de escuela viven en estado ascético permanente, lo cual les ayuda a mantenerse en línea. Lo malo es que a los maestros nadie los quiere (ni el gobierno, ni los niños, ni Batman, ni nadie), excepto si son maestras jovencitas, a las que los directores le quieren planchar la escarapela.

Pelarse el cuerpo entero
Es indeterminado el peso de un pelo. Pero según mis estudios todos los pelos del cuerpo (incluidos los que protegen al Ojo de Saurón) pesan como 120 gramos. Una buena manera de perder peso y hacerse el posmoderno.

Irse a vivir lo más cerca posible de la línea ecuatorial
Como se sabe, por razones de la ley de gravedad, un cuerpo siente menor atracción hacia abajo, mientras más lejos se encuentre del núcleo de la tierra. Y el lugar más alejado del núcleo de la tierra (pero estando aún en la tierra) es en la línea del ecuador. Por eso, recomiendo irse a vivir a esa zona, preferentemente, arriba de una montaña. No sé bien cuanto peso se pierde porque los cálculos son difíciles, pero a ojo de buen cubero, yo diría que como un kilo.

Liberar vientos anales
Los gases tienen peso, aunque mínimo. Pero una buena ronroneada matinal, libera peso, descongestiona y sobre todo, colabora con la felicidad interior, porque uno se siente poderoso y dueño del mundo. O sea que este es un ejercicio de autoestima basado en el viejo apotegma “Un viento anal es al cuerpo lo que una confesión al alma”. Recomiendo comer una ensalada de porotos y habichuelas, con provenzal, antes de acostarse, para dejar que el sueño de la noche potencie la fermentación. Por la mañana, realizar el procedimiento y encarar con la frente en alto el nuevo día que el Señor nos regala.

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