03 julio 2008

ASOCIACIÓN DE FESTEJADORES DE COSAS

Celebraciones en el Parque por la liberación de Ingrid Betancourt


Resulta que ayer, 2 de julio del año de nuestro señor, el Ejército Colombiano liberó finalmente a Ingrid Betancourt y a otras personas que fueran secuestradas por las FARC.
Debido a esta noticia, el júbilo me embargó y decidí que era un buen momento para convocar a la Asociación de Festejadores de Cosas, una organización de la que me precio ser el presidente honorario. Es así que tras algunos llamados, nos convocamos, regocijados todos nosotros por tan feliz noticia, por lo cual decidimos llevar adelante una serie celebraciones para conmemorar el acontecimiento.
Comenzamos con una apacible reunión en un centro cultural local, donde vertimos nuestras opiniones acerca de la 14ª Exposición Numismática de la Colección Imperial Cartaginesa, que visitamos la semana anterior. Las festividades continuaron con unas partidas de Backgamon, mientras otros analizaban las consonancias y disparidades lingüísticas entre las obras de Tolstoi y Kafka. Luego de ello, alguien propuso continuar las celebraciones en el Parque de la Agricultura, tradicional paseo esperancino. Fuimos al laberinto y nos divertimos a lo loco. Cuando todos llegamos al centro, bajo la jovial mirada de Peter Pan y el gesto adusto del temible Capitán Garfio, decidimos dar vueltas en los botecitos, para alimentar a los patitos. Todo iba de maravillas, pero la felicidad no habría de durar, ya que un plumífero, indiferente a nuestro peregrinar por el lago, se enredó en las paletas traseras de uno de los botes y murió descuartizado. Y ahí la cosa se complicó aún más, ya que por la zona andaban los integrantes del grupo guardafauna Tamanduá Bandera, el Grupo de Autoayuda al Yacaré Alcohólico y al Centro de Acción Solidaria Pro Vicuña Desocupada que, indignados por el triste deceso del patito, comenzaron a arrojarnos piedras al grito de "Libertad al compañero Willy".
Fue allí cuando la cosa se puso realmente heavy y decidimos abandonar las embarcaciones e intentar un escape hacia el norte. Pero nuestra fatalidad no nos había abandonado, porque ni bien salimos del agua, alguien propuso beber unas copas en el carrito de pachina para celebrar nuestro escape y la liberación de Ingrid. Fue allí donde, como tantas otras veces, el alcohol nos hizo perder la compostura. He aquí los hechos:
Uno de los muchachos le tumbó a patadas la puerta de la casita del cuidador; otro se robó el inodoro de los baños y lo tiró en el medio de la cancha de voley; otro decidió orinar en la espalda a un ovejero alemán que estaba atado a un árbol; y el muchacho prendió fuego unos arbustos. Yo por mi parte, tampoco escapé a tan deplorable comportamiento y confundiendo a un agente de la fuerza policial con un heladero, le aplasté un palito bombón en la cabeza.

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