28 agosto 2008

El calzoncillo masculino y su uso en la Argentina del siglo XXI

En el post anterior (Bosnia y Herzegovina: un cuento para toda la familia), Gaby, la comentarista oficial de Con V de Mondiola, disparó una polémica que dio frutos al presente post.
Obviamente no voy a explicar la génesis de la polémica (entren a los comentarios del post anterior y listo), aunque sí, como hombre ilustrado (principalmente gracias al aporte de Billiken y Anteojito), he recogido el desafío y me hice a la tarea, difícil si las hay, de explicar dicho tópico y echar luz sobre las tinieblas de la entrepierna.
Si bien fueron muchos los académicos que han abordado esta temática (como el historiador John Balls, Cambridge University 1917; o el vernáculo Juan Culosucio, Instituto de Formación Superior “La Paternal”, 1920), lo cierto es que sólo han rozado tímidamente la nalga de esta problemática, porque la realidad indica que existen complicaciones y complejidades de índole estéticas y dialécticas acerca del taparrabo y su utilización. Creo que ha llegado la hora de abordar con seriedad este tema y definitivamente, hablar a calzón quitado.

Datos Técnicos
Estadísticamente y por regla general, un hombre que se precie no posee poseer más de tres calzoncillos, para distintos usos. Pero lo bueno es que, según mis estudios (basados en la vida de un mono malayo que compré para tal fin), para el hombre del siglo XXI, con tres calzoncillos alcanza y sobra para sobrellevar la rutina de la vida.

Morfología y Estética
Si bien hablamos de tres calzoncillos utilitarios, lo cierto es que esta tríada no guarda relación estética y morfológica entre sí, ya que son sustancialmente diferentes.
El “calzón de todos los días”: se utiliza para el ajetreo de la semana laboral.
El “calzón limpio con vívere”: su uso se limita a las batallas celestes y terrenales que se liberen/aren los fines de semana.
El “calzón con olor a gol”: requerido para el cotejo futbolístico del sábado a la tardecita.

Consejos prácticos
Hay algunos consejos que deben ponerse en práctica para dilatar al máximo la vida útil de un calzoncillo. En lo que respecta al “de todos los días”, aquí van dos simples consejos que nos cambiarán la vida: a) debe restringirse al máximo el uso del calzoncillo, es decir, debe utilizarse sólo para ir a cumplir tareas laborales. Por la propia vivienda, el Código Civil permite que uno ande tranquilamente en pelotas, aunque si el decoro así lo exige, con un pantalón común, pero sin calzoncillo abajo, también se puede transitar, como para ir al kiosco a comprar puchos. Esto evita el desgaste innecesario. b) El segundo consejo importante tiene que ver con los gases. El “Ojo de Saurón” de un masculino promedio, arroja a la atmósfera un promedio de 6 gases de importancia al día, siendo los más peligrosos el primero de la mañana y el de la siesta, por ser los más contaminantes, ya que tienen la particularidad de “manchar” la tela. De allí viene el viejo adagio que dice “cuando no sepas como ponerte el calzoncillo, acordate que la mancha marrón va del lado de atrás”. Un buen truco para evitar esta situación es bajarse el calzoncillo por debajo de la línea del ano al momento de expulsar los gases. De esta manera, la totalidad del flato se expulsa a la atmósfera y se comparte con el resto de los seres vivientes dando una sensación de sosiego, sin por ello arruinar una prenda que tiene aún mucho para darnos.

En cuanto al “calzón de batalla”, este debe ser sin dudas el mejor calzoncillo del que dispongamos. Preferentemente debe ser de marca reconocida. Un “Ritmo”, “Eyelit” o “Schnauzer Gigante”, pueden funcionar, y ni hablar de un calzón clase A, como “Sólido”, “Nasa” o “Gerachi”, que vuelven locas a las chicas.
Este calzón debe indefectiblemente mantenerse limpio y con buen aroma, y evitar ser expuesto directamente a la acción erosiva y corrosiva de los vientos anales. Recuerden que con este calzón se presentarán a la batalla o “Danza del Amor”, en caso de lograr una conquista y eso es mucho muy importante. Un calzoncillo de fin de semana es como el estandarte de un regimiento de infantería a las órdenes de Eduardo VII. Hay que rendirle honores y respetarlo. En definitiva, tratarlo como a una bandera.

Ahora bien, en relación al calzón con “olor a gol”, este es por regla general, aquella prenda de vieja data, desgastada, descolorida y maloliente, que ya pasó por los anteriores estadios de la vida de un calzón; fue vapuleado, humillado, conoció la fama, los honores y luego fue arrojado al fango, fue usado para limpiar muebles con blem, abandonado, y finalmente, rescatado de la decadencia para convertirse en el “Rey sin Corona” de una casta honorable. En definitiva, se jubiló con todos los títulos, alcanzando la gloria de todo calzón: gritar gol desde el culo transpirado en una cancha, o romperle tibia y peroné al rival desatento que nos apuntó un offside ingrato.
Muchos incluso, apegados al sentimentalismo fraternal, le ponen nombres o apelativos. El mío, es “Conan, el vengador”, y se trata de un viejo “Eyelit”, ya canoso y de textura casi plastificada, pero de fuerte costura que no registra ni un solo orificio desgarrador en su tela 50% algodón – 50% polyester.
Debe tenerse en cuenta que esta prenda jamás debe de lavarse, ya que su estado es sumamente delicado, y cualquier contacto con materiales extraños puede provocar daños irreparables. Debe tenerse en cuenta además, que aunque se depositen loables sentimientos en él, jamás debe utilizar esta prenda como calzoncillo de uso cotidiano, principalmente porque pica mucho e irrita los testículos. Obviamente, tampoco debe usarse como “calzón de batalla”, porque una mujer no reconocería el mérito de esta prenda, pero sí su lamentable estado, y nos marcaría injustamente como “mugriento” o “roñoso”. En definitiva, este calzón es un estandarte personal, un escudo de familia, y debe preservarse del la frivolidad del mundo.

Conclusión: ¿Por qué no te comprás un calzoncillo?
Todo hombre recepcionó alguna vez esta pregunta, ya sea de una madre, una novia ocasional o una esposa, que pretenden convertirnos en un modelo Calvin Klein, formato harto gastado de frivolidad y desnaturalización, que no tiene en cuenta el sentimiento que anida en el pecho de un hombre por sus prendas íntimas.
Por otra parte, el sólo hecho de adquirir un nuevo calzón, implica la necesidad de un “recambio generacional” en el plantel vigente. Es decir, el nuevo calzón sería “calzón de batalla”; el de batalla sería “de todos los días”, y este pasaría a ser el “calzón futbolero”, con lo cual el “futbolero” vigente, pasaría a la ignominia. ¿Y el sentimiento? ¿Dónde queda el sentimiento? ¿En que lugar del pecho tenemos el corazón? ¿Existe vida en otro planeta?
Creo firmemente que cada calzón debe cumplir su ciclo natural, siendo la “muerte del general” (es decir, del calzón futbolero) la que marque el reinicio del ciclo de la vida de un calzón y obligue a una nueva adquisición.
Por otra parte, hay otras razones de peso para no comprar calzoncillos, pero sólo las voy a enumerar: están caros, me da fiaca, me da vergüenza por la chica que atiende, espero que me regalen en Navidad, espero que me regalen en mi cumpleaños, espero que me compre mi novia, espero que mi vieja me compre, me compro cuando agarre una promoción de 4 por 10 pesos, estos aguantan un año más, si total nadie me los ve.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Che Miguel agradezco con mucha honra el reconocimiento que me haces al comienzo del artículo calzoncillístico, aunque siendo fiel a mi naturaleza, la de contradecir en un 99.99% a mi tan complicado género quiero declarar públicamente que prefiero conocer de entrada al hombre que porta el calzoncillo con "olor a gol", así de entrada nomás conocemos lo feo para intentar descubrir lo lindo, porque en definitiva detras de toda esa roñosa mugre que puede portar tanto el dueño como su calzoncillo puede derivar una noche de terrible sexo sadomasoquista luego de (simulando ser una mujer histerica en la materia) obligarlo a que me deje bañarlo, fregarlo, restregarlo y de paso toquetearlo a mi antojo, en cambio si me viene todo cambiadito todo divino primero tengo que entrar en el juego de seducción del sí queriendo decir no o del no queriendo decir sí y de calentar como 5 pavas para quiza tomar medio mate. Te puedo asegurar que el 99.99% de las mujeres prefiere el hombre que porta el "calzón de batalla", yo no, yo prefiero decir "dejate de joder en ese estado no me tocas ni el umbral de la puerta, vení que te baño roñoso!" (mientras me sonrío con picardía. En fin muy esclarecedor el panorama de la psicología masculina en cuanto al calzoncillo.

gaby

P/D: al que le interese tengo una esponja con forma de patito... jejeje

Anónimo dijo...

gabi, vos sos de las que comen la factura desde afuera, para terminar con la parte rica, que es la crema del medio.

muy bueno el informe

Anónimo dijo...

Che a ver si dejan el anonimato y firman como yo haciéndose cargo de lo que postean, lo digo con toda la buena onda, por lo menos para saber con quien tengo el gusto de frecuentar este antro de producción literaria de neto corte autóctono, periodístico y realista y por qué no también harto humorístico sin olvidar la parte científico-investigativa que da luz a las más impensadas conclusiones o los más inesperados resultados.
Saludos!

P/D: Sr./Srta Anónimo, quiero pensar que el comentario que a mi persona respecta fue digamos un elogio y no un agravio...
Gaby

mig dijo...

Me parece que anónimo se amilanó. De todas formas, leí el comentario, e interpreto que quiso elogiar tímidamente a Gaby, aunque pecó de ingenuo al pensar que Gaby no respondería al desafío tácito de un comentario con el inquietante epílogo: "que es la crema del medio", lo cual indica que de tacto, al menos literario, ni la menor idea.

De todas formas, confieso que luego de leer el comentario me compré una factura y fui devorándola de manera elíptica, hasta llegar al "núcleo de crema pastelera", y la verdad, lo disfruté mucho. Eso sí, me sentí como muy primaveral.